Antiguos Parque Salazar y Concha Acústica, Miraflores. Colección Juan Gunther. |
El primer indicio de una relación poco común se produjo hace un par de años. Una colega había escrito un reportaje sobre los acantilados de la Costa Verde y se me ocurrió colgarlo en la página Facebook de esta campaña. La reacción me sorprendió: fue compartida más de 100 veces. Hasta entonces el promedio de notas compartidas en esa página no superaba las 20. ¿Casualidad?
Después me di cuenta que cada vez que salía algo referido a esta parte de la geografía limeña las reacciones hacían saltar los medidores. Hasta la semana pasada, cuando publiqué la propuesta del arquitecto Javier Robles y las cifras superaron todos los records. La nota, que resultó muy controvertida, fue la nota más leída en el último año, de lejos. ¿Por qué?
Solo para darnos una idea: una lectura promedio desde Facebook da unas 3.000-4.000 personas en un día. Esta vez, en unas horas ya había superado las 40.000 visitas. Y los comentarios no se hicieron esperar. Aproximadamente la mitad estaba a favor, y entre los críticos hubo un grupo muy estruendoso, que cuestionó el proyecto con una ferocidad igualmente sorprendente.
¿Qué hay con los acantilados, más allá de un tema de ciudad y medio ambiente, que nos moviliza tanto? ¿Podría ser que hay un mundo simbólico que no estamos viendo pero sí experimentando de manera inconsciente?
Imagen lateral y desde el aire de los acantilados. Foto: Evelyn Merino Reyna? |
Más aún, de todos los temas de patrimonio que suelo tratar: huacas, Centro Histórico, espacios públicos, parques, casonas que se caen, nunca la gente reacciona con la misma intensidad que cuando el tema son los acantilados.
La gran ironía es que decimos que vivimos de espaldas al mar. No tenemos una relación tan estrecha con los acantilados que explique este fuerte vínculo. ¡Ni siquiera tenemos imágenes frontales de ellos! Todo lo que hay son de un ángulo o desde arriba.
Así que esta semana les pido me perdonen por abandonar momentáneamente el guion patrimonial para explorar otra vía: ¿puede el psicoanálisis explicar esta relación y, en consecuencia, aportar una nueva manera de entenderlos?
Una primera aproximación la conseguí con Max Hernández, quien se refirió sobre todo a la parte superior de los acantilados, al malecón. “Es el espacio de integración democrática más visible en una Lima carente de este tipo de espacios públicos. Ahí los sábados y domingos hay un jubileo de gente”. Una razón muy lógica. ¿Qué puede haber más allá?
“El tsunami”, me respondió. “Los acantilados emergen como símbolo de protección, por eso sentimos que es un espacio público que tenemos que cuidar”. Nos habla de nuestra vulnerabilidad.
Con eso en mente conversé con otra experta en indagar interiores ocultos de las personas, Matilde Caplansky. Aquí el resumen de la conversación.
Psicoanalista Matilde Caplansky. Foto: RPP |
¿Por qué los acantilados ejercen tal fascinación sobre los limeños?
Alguien alguna vez dijo que éramos una población de espaldas al Océano. El acantilado debe estar en esa negación. Es una linda palabra pero que connota muerte, porque te puedes caer. Tiene connotaciones muy profundas.
¿Qué tipo de connotaciones?
Así como el mar representa a la mujer (desde tiempos prehispánicos), la arena representa el coito, el placer. Desde esa perspectiva, el acantilado representa el límite, el peligro. Y quizás el padre.
¿Quiere decir que en nuestra relación con los acantilados está la figura del padre?
Puede ser. Para los peruanos además el tema del padre es muy sensible. Hay una idea de masculinidad en los picos, los nevados, las montañas, los acantilados. En general la relación con el padre es al que se quiere y se teme. El acantilado inspira temor, angustia, como lo inspiran los padres.
¿Y qué simboliza el padre?
El padre es portador de la ley, simbólicamente. Nos toca profundamente y no nos damos cuenta. Tienen un sentido y un significado. Cuando se le toca, nos sentimos tocados también.
¿Y si los acantilados representan orden, fortaleza, sistema, reaccionamos tanto porque es justamente lo que no tenemos en la ciudad?
Así es.
Y quizás sí. Quizás lo que representan a un nivel los acantilados es un orden natural y una visión internalizada e inconsciente de ciudad. Quizás por eso moviliza tanto la percibida fragilidad del terreno. Desde esta perspectiva, si a alguien se le ocurre "atentar" contra los acantilados, así fuera solo con ideas, en el fondo estaría atentado contra todo: contra la geografía y la ciudad misma que no acabamos de tener... Solo una idea entre muchas, seguramente. Y lo que salió del diván telefónico.
Foto: Javier Fernández, en Flickr. |