miércoles, 10 de agosto de 2016

Un Bicentenario para celebrar. Pero ¿celebrar qué?

Pensar en el Bicentenario es plantearse el futuro para las siguientes generaciones.
¿Qué Perú es el que van a heredar? Foto: MML-2013 (hacer clic para ampliar).
Si comparamos el entusiasmo y la vitalidad de proyectos que existían en los años anteriores a 1921, fecha del primer centenario de la Independencia, con la apatía que se vive hoy el resultado es desalentador. Nos hemos vuelto cortoplacistas y en el camino, tal parece, hemos perdido visión de futuro. ¿La podemos recuperar?

Por lo menos el inicio del actual gobierno ha sido promisorio. La palabra Bicentenario fue repetida varias veces en el discurso inaugural en un contexto que permitía proyectar un sueño. Falta saber cuál es el camino que nos invitará a recorrer hasta esa fecha.

Mientras eso sucede, quiero rescatar una propuesta que lancé hace un tiempo y que he repetido en varias oportunidades para hacer de esa fecha algo más que un aniversario: celebrar 200 años de República y 5.000 años de Civilización. Yo diría que ya toca.

Y vuelvo al tema tomando como base artículos previos que publiqué en este blog. Un punto de partida tiene que ver con el hecho inescapable que un aniversario de este tipo es un disparador de preguntas: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?

La civilización Caral, descubierta en las postrimerías del siglo XX transformó la
historia que conocíamos de nosotros mismos. Foto: MinCul.
Lo evidente es que buena parte de las respuestas escapan a esos 200 años, y más bien las encontramos en los vestigios de nuestra cultura ancestral. La “patria antigua”, como los llamó alguna vez la arqueóloga Inés del Águila.

Caral, por ejemplo, la civilización de mayor antigüedad en el continente con sus 5.000 años, nos aseguró una privilegiada posición en el escenario mundial de las culturas-madre. Solo hubo seis.

Fue ahí que se dio inicio a todo un proceso de innovación tecnológica, exploración agrícola, desarrollo científico y de las artes que nos han dejado algunas de las muestras más sorprendentes de arquitectura, textilería, diseño o insumos agrícolas.

¿Pero nos sentimos parte de ese continuum? A duras penas.

La vitaldad de las raíces entre quienes sí se consideran herederos de un importante pasado.
Imagen: Fiesta de la Tierra, San Juan de Lurigancho. Foto: JLizarzaburu.
Y vistos estos dos siglos desde otro ángulo, bien podríamos preguntarnos: ¿hemos conseguido crear una nación para todos? No. No tampoco lo hemos hecho.

Es verdad que en los últimos años hemos reducido la pobreza y hemos empezado a sacudirnos de muchas taras del pasado, pero llegamos al siglo XXI con serias desigualdades que nos ubican bastante lejos del ideal de una nación moderna.

Igual, a pesar ser un legado con más tropiezos que avances, será bueno marcarlo, celebrarlo, recordarlo. Quizás porque nos marca un derrotero de lo que todavía nos queda por recorrer. Pero no al margen de toda una civilización que le da sentido.

Irónicamente, lo que de cara al mundo es nuestra mayor riqueza internamente lo seguimos viviendo con inexplicable confusión. Hay muchos sectores donde todavía cuesta creer que descendemos de esas grandes culturas. Cuesta creer que somos herederos de toda esa grandeza.

De ser grandes constructores hemos pasado a crear ciudades extrañas.
Pérdida de continuidad. Foto y maqueta: Pamela Sullivan.
Nos hemos acostumbrado a una lectura de nuestra historia marcada por las divisiones. Ellos y nosotros, dependiendo del lado que estés. Nunca todos en una misma línea de tiempo, reconociendo nuestros distintos orígenes, procesos y momentos culturales.

Esa poca capacidad que hemos demostrado en integrar con madurez toda nuestra diversidad nos ha traído a este siglo todavía en pañales de ciudadanía.

No hace mucho tiempo Rolando Arellano, el experto en mercadeo emergente, señalaba que la falta de respeto a la que nos hemos acostumbrado (entre las personas, al ciudadano, a las instituciones…) ya no solo es un problema de convivencia sino un obstáculo para la prosperidad.

Por eso necesitamos una mirada que no caiga en los mismos errores de antes: que veía lo prehispánico como pasado y no como presente; como decoración y no como identidad; como lastre y no como potencial.

Del mismo modo que nos tocaría sacudirnos de esa visión que pone lo europeo como antagonista, y no como parte inseparable de esta continuidad civilizatoria.

La utopía, el sueño o la locura: una Lima que acoge, que hermana, que otorga.
Imagen: Brigada Muralista. Exhibición en Inst. Británico, 2015. Foto: JL.
Por eso, la protección y puesta en valor de esos vestigios ya no debe verse solamente como temas de cultura. Su incorporación en nuestra visión de futuro es una manera de apuntalar la paz, de estimular la prosperidad, de decirle a los ciudadanos: te respetamos y respetamos a nuestros ancestros. Todos. 

Por eso es bueno poner en el contexto del Bicentenario el poder aglutinador y restaurador de nuestra riqueza arqueológica (no vamos a insistir aquí en su valor económico). Su puesta en valor, al margen de lo que se haga en educación, salud o seguridad, será también señal de que estamos haciendo un esperado esfuerzo de reconciliación.

Como decía al principio, el discurso inaugural del Presidente generó entusiasmo. Además del próximo aniversario, se refirió también a nuestra cultura milenaria en una visión de futuro y de continuidad. Fue el mensaje que muchos veníamos esperando, y que esperamos ahora que tomen buen camino.

Así que quizás el próximo 2021, más que solo un aniversario, pueda terminar convirtiéndose en nuestra mejor oportunidad. Porque quiero creer como creía Jorge Basadre que “a diferencia de los individuos, los pueblos pueden resucitar”.

El país que podemos seguir construyendo. Foto: Rolly Reyna/EC.

1/ "Perú: problema y posibilidad y otros ensayos", 1931. Biblioteca Ayacucho, 1992, p.80

miércoles, 3 de agosto de 2016

Un personaje inusual para una cruzada inesperada: recuperar dignidad y respeto por la cultura

El Candelabro, en Paracas, escenario vecino de un atentado contra su integridad estos días.
Una cuestión de respeto. Foto: lamula.pe (Hacer clic sobre las imágenes para ampliarlas).
Él parecía el personaje menos cercano para un discurso así y sin embargo, para sorpresa de muchos, lo hizo. En los 39 minutos de su discurso inaugural el hoy presidente Pedro Pablo Kuczynski (busqué en Google la manera correcta de escribirlo) tuvo no una, o dos referencias al tema de la cultura y las raíces de este país. Fueron tres. Esto es tan increíble e histórico que no deberíamos olvidarlo:

1-“Ser un país moderno significa ser un país sin discriminación. Seamos conscientes de que somos un país milenario y además cuna de civilización. 200 años de República y miles de años de historia. Y una parte de esta historia, nuestra raíz civilizatoria y cultural ha sido despreciada y marginada. Eso debe cambiar...”.

2- “…Un país de ciudadanos educados defiende sus libertades, tiene oportunidades, respeta al otro, busca la paz. (…) Que todos los niños y jóvenes (…) conozcan nuestra cultura milenaria y sus dos grandes idiomas, el quechua y el aymara”.

3- “Quiero que el Perú sea un faro de civilización en el Pacífico y Sud América al que todos miren con admiración”.

El nuevo presidente peruano durante su juramentación. Foto: laprensa.peru.com.
Y todos sabemos que las comparaciones son injustas, pero si alguien había usado a su gusto el discurso nacionalista como candidato fue Ollanta Humala, y nada más llegar a presidente en 2011 lo único que dijo fue que este era un “país plurilingüe y multicultural”. 

Después, a lo largo de cinco años de gobierno sus referencias a cultura fueron otras: cultura machista, de la corrupción, de la democracia o la cultura empresarial. Pero jamás, o casi nunca, le dio valor a la continuidad civilizatoria de este territorio.

Humala no pareció entender el poder de su mensaje ni el poder de este legado cultural. No pensó en el peso que la ‘cultura milenaria’ podía adquirir en boca de un presidente. Porque si algo faltaba en este país de grandes carencias a ese nivel era justamente que un mandatario expresara respeto y valoración de ese legado.

Al no haberlo mencionado, y sin proponérselo, lo que hacía era fortalecer posiciones que ven a la cultura como un obstáculo.

Quizás por eso no es de sorprender que durante su gobierno se produjo la mayor reducción de las normas de protección legal a los bienes inmuebles históricos de este país. Revisar esa legislación debería ser una tarea del nuevo ministro de Cultura.

Un posible escenario: ministerios de Cultura y de Educación trabajando
juntos en la producción de contenidos. Foto: MML-2013.
Tampoco podemos ser injustos. A pesar de las acusaciones que él y sus ministros de Cultura recibieron por no enfocar adecuadamente el trabajo de esa cartera, Humala deja un museo de sitio de nivel internacional en Pachacamac, un proyecto de infraestructura en Machu Picchu, y las bases para el próximo gran Museo Nacional de Arqueología, MUNA.

Pero con sus aciertos y errores eso quedó atrás. Lo que hemos empezado ahora, lo hemos hecho con buen pie. Por fin el tema de la cultura, y la conciencia de que somos cuna de civilización en este planeta, ha adquirido peso presidencial.

Ahora viene la siguiente etapa: cómo hacer realidad esa visión. Y la tentación es enorme para hacer un listado de temas pendientes y posibles.

De hecho, dada la dimensión cultural de un país como el nuestro, esto es algo que se debería estar debatiendo también en los medios de comunicación, pero mis colegas tampoco terminan de entenderlo. No logran ver la dimensión transformadora de este legado milenario y transmitirlo al ciudadano.

Conocer la historia es amarla, respetarla, protegerla. Foto: MML-2013. 
Así que no cedo a la tentación. Tengo mi lista y seguramente todos los que estamos interesados en estos temas tenemos nuestras prioridades. Pero sí hay un par de puntos que me gustaría rescatar.

El primero, tiene que ver con darle continuidad a la expresión histórica que tuvo PPK en su discurso inaugural, porque ese mensaje debe mantenerse vigente todos estos años.

Una manera de hacerlo realidad, quizás desde los ministerios de Cultura y Educación, es a través de la producción de contenidos. Los peruanos conocemos mal y poco nuestra historia milenaria y ya es hora de empezar. Cómo podemos mirar al futuro si en nuestro pasado existen tantos vacíos.

El segundo punto tiene que ver con la búsqueda e implementación de fuentes alternativas de financiamiento de la cultura. Existen. A diferencia del Perú, nuestros vecinos de la región lo vienen haciendo desde hace 25 años y con buenos resultados. Se puede aprender.

Así que hemos empezado el camino al Bicentenario con optimismo. Que el 2021 sea un pretexto para sentirnos orgullosos de nosotros y de estos 5000 años de conocimiento, de innovación, de sabiduría, que explican tanto lo que somos hoy. ¡Toca avanzar!

Rumbo al Bicentenario. Foto: MML-2013.