sábado, 22 de diciembre de 2012

¡Eureka! (¿eureka?)


El alcalde de Miraflores, Jorge Muñoz, acaba de pasar una ordenanza que busca proteger las históricas casonas del distrito. ¿Será verdad que por fin una autoridad edilicia vio la luz? ¿Será verdad que Lima todavía puede ser salvada? Cuando lo leí me emocioné. Hasta que vi la letra pequeña.

Antes veamos en qué consiste. La idea es sencilla y ha sido usada con éxito en otras ciudades del mundo: si usted tiene una casona en el distrito podría estar en condiciones de recibir un bono económico.

Si en su zona, por ejemplo, se pueden construir hasta siete pisos, entonces la municipalidad le dará un bono por cinco o seis pisos que usted podrá vender a una inmobiliaria que lo necesite en otra parte del distrito.

Al vender ese bono, usted como propietario queda obligado a usar parte de ese dinero en la recuperación del inmueble histórico. Además, firma un documento en el que renuncia a todo derecho para que en el futuro se construya ahí un edificio. Hasta ahí, todo bien. Pero, esto siendo Lima, hay dos aspectos que debilitan lo que debería ser una hermosa propuesta.

Uno de ellos, es que es voluntario. Si se trata efectivamente de proteger patrimonio, ¿por qué tiene que dejarse a voluntad del vecino? ¿Dónde queda la autoridad y su compromiso con salvar el patrimonio? Al hacerlo voluntario, la conservación también se vuelve opcional.

El otro requisito es que el inmueble haya sido declarado monumento por el Ministerio de Cultura, una tarea que esa institución o hace muy lentamente o ha olvidado. De hecho, la mayor parte de las estructuras que muchos consideramos históricas, y que ya han desaparecido, nunca fueron declaradas como tales.

Es cierto también que el Estado debería hacer más para proteger y estimular a propietarios de bienes históricos. Que la ley les exija que mantengan su predio en buenas condiciones sin darles ningún beneficio es mordernos la cola, porque ni el dueño hace nada ni la autoridad hace cumplir la ley.

Todavía quedan varias preguntas por resolver, como quién determina el costo de renovación de esa propiedad y qué porcentaje del dinero recibido con ese bono debe dedicarse a la renovación. O, ¿qué pasará con las propiedades cuyo costo de renovación sea mayor del bono recibido?

Para esto habrá que esperar 60 días, hasta que se reglamente la ordenanza. En todo caso, hecha la salvedad, tampoco hay que permitir que las debilidades de esta novedosa propuesta terminen siendo lo más importante. La ordenanza es, en principio, una buena medida.

De hecho, otros lugares de la capital con un rico patrimonio, como Santa Beatriz, Breña, Lince, Jesús María, deberían estar pensando en implementar algo así, que bien podría incidir en el desarrollo de un turismo local.

Miraflores todavía tiene tiempo para mejorar su propuesta y convertirse en un referente para el resto de la ciudad. Lo que tiene cada día menos son casonas que salvar. Y esperemos que cuando los alcaldes de los otros distritos también vean la luz, no sea muy tarde.

Publicado en El Comercio: 25/7/12 
Foto:Peru.com

martes, 18 de diciembre de 2012

LA CIUDAD POSIBLE


Me parece interesante cómo la pareja presidencial maneja los símbolos de la diversidad cultural. No es infrecuente verlos con alguna vestimenta u objetos que los identifica con una región o grupo étnico. Y lo que en otros podría aparecer como un gesto vacío, en ellos parece adquirir un aire de reivindicación. 

Lo digo porque veo que estos gestos vienen acompañados por acciones. Ahí tenemos Beca 18 que me parece un avance en temas de inclusión social. O Pensión 65. Lo más reciente fue elegir a Gladys Tejeda como nuestra abanderada en Londres. ¿Soy víctima del márketing político?

Puede ser, pero pasa que en un país como el nuestro, tan acostumbrado a invisibilizar y a encasillar rostros como los de Gladys Tejeda, gestos como el del presidente Humala legitiman nuestra diversidad. Dan el mensaje correcto en la dirección correcta, porque a otro nivel pareciera que el Perú no hubiese cambiado en 100 años.

Hace poco estuve con unos periodistas de Estados Unidos que se quedaron perplejos con las páginas sociales de los diarios y revistas limeños. “¡Es del siglo XIX!”, exclamaron. “Es como si en el ‘New York Times’ solo aparecieran judíos”, dijo bromeando uno de ellos. Y puede ser una banalidad, pero son espacios como estos, en la prensa o en la misma TV, donde se ejerce una sutil segregación que termina por deslegitimar a todo un sector pujante de la población.

Pero esta reflexión no tiene nada que ver con justicia. Tiene que ver con la manera cómo potenciamos la creatividad y la capacidad de trabajo de nuestra propia gente, porque una ciudad como Lima necesita hoy de todos sus ciudadanos.

Además, ciudadanos que sean tratados como tales. Solo cuando se empieza a producir ese nivel de reconocimiento podemos conseguir acuerdos comunes sobre lo que es vivir en una ciudad como Lima. Acuerdos sobre calidad de vida, convivencia ciudadana, protección de patrimonio.

Ya lo mencioné antes pero esa aceptación de nuestra diversidad debería tener consecuencias claras sobre las políticas culturales y de patrimonio. En la práctica no se cumple lo que hay porque no terminamos de estar seguros del valor de lo que tenemos.

Pucllana es un buen ejemplo de lo que se puede hacer. Pero es el único de ese tipo en Lima, donde hay más de 350 sitios arqueológicos. De todos, menos del 5% tiene algún nivel de protección y la mayoría se encuentra amenazada por el crecimiento inmobiliario. Pero no solo es lo precolombino.

Que un lugar como Punchauca esté abandonado siendo el espacio más simbólico de la independencia, es fruto de esa ambivalencia que hay respecto a la república. Ambivalencia que ha dejado también al abandono importante legado colonial y republicano.

Y es curioso cómo estas tensiones que vivimos a diario, y que seguimos sin resolver, terminan reflejándose en la manera como tratamos nuestro patrimonio. Por eso son importantes los gestos como los de Gladys, porque legitiman, porque empoderan, porque nos hacen más iguales. Y en ese camino, ganamos todos.

Publicado en El Comercio: 18/7/12 
Foto: El Comercio

martes, 11 de diciembre de 2012

CONGA EN LIMA


Este fin de semana El Comercio publicó dos investigaciones sobre Lima que encendieron el debate en las redes sociales. Una fue sobre Puruchuco y la inminente construcción de dos túneles que, según los expertos consultados, beneficiará a un grupo económico y no al sitio arqueológico ni a la ciudad. La otra fue sobre los acantilados de Lima, en la que se anuncia que se va a permitir la construcción de edificios (aunque la alcaldesa Susana Villarán desmintió “por ahora” esta posibilidad).

En todo caso, la nota de mi colega Carmen Gallegos fue una de las más leídas en nuestra página de Facebook (Recuperemos la memoria de Lima milenaria), y fue reproducida más de 50 veces, un claro indicador de cómo interesa el tema, y de la importancia del debate que debería darse en una ciudad de las dimensiones de la capital. ¿Pero dónde más se está produciendo ese debate?

Estamos tan acostumbrados a una cultura de hechos consumados, que olvidamos que tenemos derecho a que nos escuchen, y a influir en las decisiones que nos afectan a todos. Las condiciones que atraviesa la capital, con un ‘boom’ inmobiliario avasallador que no respeta reglas, y autoridades que no las hacen respetar, exigen que empecemos a abrir el debate. Nos quieren hacer creer que proteger el legado de esta ciudad es estar contra el desarrollo. Y no lo es.

Si no, solo hace falta mirar otras ciudades de América Latina, como Quito, Ciudad de México, o el mismo Santiago, donde se ha aprendido a armonizar crecimiento con recuperación urbana. Más allá de las autoridades municipales, quizás nos toca a nosotros, gente de prensa, asumir este papel. Como ciudad, necesitamos acuerdos comunes sobre lo que es calidad de vida, desarrollo urbano y protección de patrimonio que no se están tomando en cuenta.

Estamos tan acostumbrados al conflicto que, naturalmente, el periodismo que hacemos es un periodismo de conflicto. En tratar de entender las disputas sociales, medioambientales y políticas se ha concentrado el interés, la especialización, el conocimiento. ¿Y Lima? El Comercio, fiel a una larga tradición de protección de patrimonio, lidera esta campaña. Pero necesitamos llegar a los nueve millones de limeños.

Es importante que todos sepamos qué tenemos, qué valor tiene, y qué significa crecer. De repente es hora de que la televisión asuma una responsabilidad, y no se limite a ver la capital con nostalgia o como escenario de crónicas policiales. ¿Por qué no tener programas en los que se debata este desarrollo urbano que tanto le preocupa a la gente que vive aquí?

La realidad es que cada día que pasa desaparece un poco más el perfil de lo que podría ser una de las ciudades más originales y más ricas en legado arquitectónico del planeta. Con eso, va desapareciendo nuestro pasado. Y nos vamos convirtiendo en una ciudad con edificios nuevos que en 10 años no tendrán valor arquitectónico alguno. Con lo que también nos vamos quedando sin futuro.

Esto es Conga, en Lima. ¿Quién o qué sale ganando con esto? Si somos nosotros, que alguien me explique cómo.

Publicado en El Comercio: 11/7/12 
Foto: Noticiasenperu.com

martes, 4 de diciembre de 2012

GLADYS TEJEDA, UNA MARCA PERÚ


Hace unos días leí que Kina Malpartida, Gabriel Villarán y un popular chef llevarán la antorcha olímpica en Londres, y la verdad es que me pareció que era un grupo demasiado homogéneo para representar a un país tan diverso. Y ahí quedó todo hasta que conocí a Gladys Tejeda. O hasta que vi el video de Procter and Gamble sobre nuestra maratonista.

En esos tres minutos, que usted también los puede ver en You Tube, entendí varias cosas. La primera y más obvia: en qué consiste el espíritu olímpico. Además, es imposible no ver que la perseverancia de gente como Gladys es la misma fuerza que está cambiando la historia de este país. Una historia que tiene todo el poder para inspirar y para transformar.

 Al conocer de su vida, y la de su madre, en plena sierra de Junín, alejadas de todo contacto con la modernidad, pude entender por qué aquí, hace 5.000 años, nos convertimos en cuna de civilización. Al ver ese espíritu que no se doblega ante la naturaleza, entendí por qué aquí, hace 600 años, surgió el imperio más grande que vio este continente. Y al sentir su humildad y sabiduría, entendí por qué, a pesar de 400 años de invisibilidad y exclusión, su cultura hoy renace y prospera.

Gladys nos estará representando sobre las pistas en Londres pero su historia no la conocerá el mundo. Los atletas no llevan la antorcha. La llama inició su recorrido por el Reino Unido el 18 de mayo, de manos de 8.000 personas. La única recomendación que hacen los organizadores es que los portadores representen historias capaces de inspirar. ¿A quiénes envían los otros países?

Varios han aprovechado la oportunidad para proyectar una imagen determinada. En Estados Unidos, la auspiciadora Coca Cola lleva una lista de lo que llama “22 estadounidenses ejemplares”. Brasil decidió llevar gente que, según ellos, represente al nuevo Brasil. Los cuatro brasileños tienen dos cosas en común: todos nacieron en la pobreza extrema y hoy son ciudadanos que están transformando sus comunidades.

Y después de enterarme de todo esto pensé: aquí también hay muchas de esas historias. ¿Por qué no se escogió una de esas para inspirar al mundo, como lo harán Kina, Gabriel y el chef? No creo que a estas alturas todavía exista esa vieja actitud que se horrorizaba de que, en determinados ámbitos, un rostro serrano represente al país. Eso lo hemos superado, ¿cierto? En todo caso, el esfuerzo por mostrar la diversidad debería estar siempre ahí.

¿Y qué tiene que ver esto con patrimonio y ciudadanía? Es que es lo mismo. Al final, nosotros somos el patrimonio más importante que tiene un país. Y si no tenemos claro cuál es nuestro rostro, mucho menos vamos a tener la voluntad para proteger el legado que nos representa.

Lo bueno es que después de conocer a Gladys Tejeda me quedo tranquilo. Por fin entiendo lo que es la marca Perú. Ella, y otros como ella, representan el espíritu de este nuevo país, del que muchos nos sentimos orgullosos. Pero también me queda claro que, en temas de recuperación, todavía nos queda bastante por hacer.

Publicado en El Comercio: 4/7/12 
Foto: sanfernando80peru.blogspot.com

sábado, 1 de diciembre de 2012

LO QUE PUEDE OFRECER UNA BONANZA


A principios de los años 2000, los países ricos experimentaban una nueva ola de crecimiento económico y, con esta ola, vino un ‘boom’ inmobiliario sin precedentes. A pesar de ser dos ciudades muy dispares, Londres y South Beach en Miami fueron dos lugares que recibieron ese impacto.

En ambos casos, las autoridades tuvieron que saber hacer frente a poderosos intereses económicos, tanto nacionales como globales. Londres intentaba en ese momento posicionarse como el centro financiero de Europa y Miami quería reclamar un lugar más serio en el concierto de ciudades en Estados Unidos.

 En Londres, sucedieron tres cosas: se reforzaron las medidas de conservación; se identificaron nuevas áreas para renovación urbana; y donde hubo que tirar algo abajo, el compromiso siempre parecía ser que lo nuevo tenía que ser mucho mejor que lo anterior.

Sobre el primer punto: muchas casas habían estado en mal estado y el interés inmobiliario llevó a definir mejor las reglas: qué se podía hacer con esas casonas. De manera general, se trató de mantener la armonía de las fachadas, relajando sobremanera lo que se podía hacer adentro. Ante la presión para crecer, y ante la imposibilidad de traerse abajo las casas y edificios, se identificó el este de Londres como la zona para modernizar.

A principios de los años 2000, todo el sector ribereño al este de Canary Wharf empezó a crecer a ritmo hipercardíaco. Y ni qué decir de todo el proceso de revitalización urbana junto a esta zona, que es hoy la Villa Olímpica, a punto de ser inaugurada.

South Beach, que hasta esos años había vivido una atmósfera de diversión y laissez-faire, sintió el golpe cambiando el aletargamiento playero por la defensa urbana. Para ellos, había que proteger el estilo art-déco de su playa, que aún siendo una versión más humilde que el art-déco de Nueva York, no estaban dispuestos a deshacerse de ello. Era su tesoro y decidieron protegerlo.

Este ‘boom’ también llevó a reforzar reglas sobre protección y conservación, y se terminaron de definir los límites de lo que se podía y no se podía, hacer. En ambas ciudades, el proceso se vivió casi sin mayores traumas y ganó la ciudad. ¿Por qué es distinto de Lima?

Pensaba en esto después de la nota que publicamos el domingo, en la que limeños de varias partes de la ciudad, de Miraflores o San Isidro, de San Juan de Lurigancho o Los Olivos, compartían el mismo malestar por el modelo de crecimiento urbano que estamos siguiendo: sin orden ni normas. Y peor aun: sin protección ni conservación.

La gran ironía es que Lima es una de las ciudades más ricas del continente en cuanto a arquitectura, pero no asume responsabilidad frente a eso. Lo que es más, su silencio le ha dejado cancha abierta a la especulación y el lucro.

Me pregunto qué autoridad, qué alcalde, o qué grupo asumirá su defensa. Si hablamos de bonanza, que también sea una bonanza para la ciudad, para sus casonas, sus parques, sus fuentes, sus espacios públicos. Que sea una bonanza que dé y en la que ganemos todos.

Publicado en El Comercio: 27/6/12 
Foto: exploringthroughlife.com