miércoles, 29 de mayo de 2013

PRESIDENTE HUMALA: ESTE PAÍS EXISTE


No ha tenido que pasar mucho tiempo para empezar a ver la dimensión funesta y peligrosa del D.S.54 sobre el destino de nuestro patrimonio arqueológico. Veamos primero unos datos básicos.

Para los que no la conocen, la huaca San Marcos (sobre la Av. Venezuela y dentro de los terrenos de la Universidad del mismo nombre) es uno de los grandes monumentos de la antigüedad en el Perú. Con sus 330 metros de largo, 130 de ancho y 30 de alto, es la más grande de Lima, y se cree que fue el edificio principal de la cultura Lima, hace unos 2.000 años.

Hoy, este magnífico edificio se encuentra como era la huaca Pucllana hace 30 años: cubierto de capas de tierra y olvido. En la imagen de abajo vemos una proyección aproximada del arqueólogo Lizardo Tavera del mismo lugar. Es decir, como podría verse si se decide su puesta en valor.

Que la mayoría de limeños no sepamos esto no es de sorprender.  Por las razones que sean, el sistema educativo de la capital ha ignorado sistemáticamente información valiosa que pertenece a todos los ciudadanos.  A todos, o a la mayoría, se nos privó de un derecho fundamental: conocer a los ancestros que poblaron estos valles.  Los ancestros que hicieron posible que hoy nosotros estemos aquí.

El destino que ha tenido esta huaca es simbólico de cómo hemos tratado estos tesoros. El arqueólogo Joaquín Narváez en un lúcido artículo sobre la destrucción de la riqueza cultural del país a lo largo del tiempo (link abajo), identifica al Estado peruano como uno de los mayores responsables. Y San Marcos es una muestra flagrante de esa acción destructiva a lo largo del tiempo.

Ha sido mutilada más de una vez bajo una visión de “progreso”. El último en intentarlo, pero no lo consiguió, fue el ex alcalde Castañeda que pensaba eliminar un pedazo de monumento para ampliar la avenida. Nunca estuvo en los planes un túnel subterráneo u otras alternativas.  Son opciones que acá no se consideran.

La visión de Confiep

Esta semana Cecilia Valenzuela entrevistó en el canal Willax al vicepresidente de Confiep, el señor Gonzalo Prialé, para analizar las medidas tomadas por el presidente Humala para acelerar los proyectos de inversión.

Alrededor del minuto 5’30 la periodista pregunta por la tercera de las siete medidas, la referida a los certificados arqueológicos (CIRA-Certificado de Inexistencia Arqueológica), y el señor Prialé contesta:

“…cómo será esto de trabador que, por ejemplo, el diseño de la línea 2 del metro de Lima que pasa cerca de la Universidad de San Marcos, donde se supone que hay algunos restos, creo que inclusive ha tenido que mover su trazo para no pasar por esta zona. Incluso, se ha optado por profundizar el metro para evitar interferencias como estas…”

Abajo pongo el link a esa entrevista. ¿Es lógico pensar, después de escuchar su respuesta, que para el vicepresidente del mayor gremio de empresarios del país la huaca San Marcos es un obstáculo? En su esquema mental no se percibe que exista un proceso que asocia sitio arqueológico con medidas de adicionales de precaución y protección, como suele suceder en países con correcta gestión cultural.

Entonces, si la semana pasada hubo quienes pensaron que éramos unos alarmistas por cuestionar este decreto, aquí tienen la evidencia más inmediata.

Más allá de que este empresario sepa o no que se trata de un importante monumento, lo que sus declaraciones dejan en claro es que no hay manera de ver esas estructuras antiguas fuera de ser una interferencia para sus planes. Como pasó con Puruchuco, que se llegó a una poco satisfactoria solución.

¿Por qué sucede esto?

No por ignorancia. Sucede porque no hay un mensaje claro del Ejecutivo de que es importante proteger, preservar y poner en valor la herencia cultural de los peruanos.

Sucede porque no existe una visión de Estado que considere la enorme y rica herencia patrimonial peruana como un recurso para el desarrollo.

No en vano se dice: “el patrimonio en los países ricos es una fuente de ingresos, en los pobres una fuente de problemas”. Y aquí vemos clara y lamentablemente por qué. 

Un anuncio que debió alegrar a todos los peruanos. Un anuncio en el que se habla de acelerar los proyectos de desarrollo, de promover las inversiones, de luchar contra la pobreza, termina creando una sensación de desamparo entre quienes vemos en nuestra riqueza cultural una gran oportunidad.

Y se termina en la absurda e innecesaria situación de enfrentar cultura y desarrollo. Esto solo puede suceder cuando entre quienes tienen la responsabilidad no existe la visión.

Ese Decreto debió decir en los términos más claros que no solo es obligación del Estado la protección de este legado, sino decir expresamente que se dotará el ministerio de Cultura de los recursos necesarios para cumplir su tarea. 

De existir la voluntad política, se hubiera pensado en implementar un sistema por medio del cual cada proyecto que necesite un CIRA destine un fondo para la recuperación de algún bien arqueológico peruano. Lo mismo que debería hacerse con el enorme boom inmobiliario que vive la capital, para la recuperación de casonas históricas. Pero nada de esto sucede.

Mientras tanto sigue pendiente ese diálogo nacional. Ese proceso por medio del cual entre todos podamos reconocer qué es aquello que necesitamos y podemos conservar, y qué es aquello a lo que tenemos que decirle adiós.

Personalmente siento que esta es una vía importante para avanzar. Algunos sacrificios tendremos que hacer, pero algo fundamental podremos hacer, porque una cosa es cierta: este país existe y no piensa desaparecer.



Entrevista a Gonzalo Prialé-Willax: http://www.youtube.com/watch?v=C0oemmhKDuI
Artículo de Joaquín Narváez: http://www.naya.org.ar/congreso/ponencia3-3.htm


Foto 1: Vista aérea de la huaca San Marcos, sobre la Av. Venezuela. La Universidad a la derecha, y al fondo a la derecha el estadio, que se construyó sobre otra gran huaca de la antigüedad. Foto: Página Pachacutec-Facebook.
Foto 2: proyección 3D de la huaca San Marcos. Autor: Lizardo Tavera.

miércoles, 22 de mayo de 2013

D.S. 54: O cómo destruir un legado arqueológico


La reciente promulgación del Decreto Supremo 54 ha puesto a arqueólogos, gestores culturales y gente interesada en el patrimonio peruano en pie de guerra. Y no es para menos. Sin hacer ninguna referencia a la obligación del Estado en la protección de estas riquezas, lo que el decreto en buena cuenta dice es que a partir del mes de junio, cuando entra en vigencia, todo vestigio arqueológico que las empresas encuentren a su paso quedará prácticamente desprotegido. Si es que no es destruido.

Según las protestas levantadas por algunos de los principales gremios profesionales y por Icomos-Perú, la entidad más representativa a nivel mundial en temas de patrimonio, el presente decreto modifica sustancialmente el sistema de protección de sitios arqueológicos que existía hasta el presente. ¿Cómo era hasta hoy?

Cuando una empresa quería explotar una mina, abrir un camino o levantar una estructura, la ley le exigía previamente una evaluación arqueológica para ver si en el lugar existen vestigios sin descubrir. Una vez evaluado el lugar, se emitía un certificado: sí tiene, no tiene. Si por alguna razón el ministerio de Cultura no respondía dentro del plazo que daba la ley (30 días), ese “silencio administrativo” se consideraba una negativa y la empresa no podía proceder.

Ya sea por vicios propios de la burocracia, o por propias limitaciones, lo cierto es que esos certificados o CIRAS (Certificado de inexistencia de restos arqueológicos), a veces tardaban hasta un año o más en darse. Es fácil imaginar la reacción entre quienes querían desarrollar un proyecto. ¿Cuál es el cambio hoy?

A partir del 1 de junio toda empresa que quiera desarrollar cualquier tipo de proyecto va a seguir necesitando que el ministerio de Cultura emita el CIRA, y se reduce el plazo de respuesta de 30 a 20 días. Pero la alarma roja está en el llamado “silencio administrativo”.

Es decir, a partir del 1 de junio, si Cultura no responde en 20 días se asume que no hay ningún vestigio arqueológico y el proyecto procede. Si existen vestigios, la empresa sigue obligada a presentar un Plan de Monitoreo (protegido, teóricamente). Pero acá también si el ministerio no aprueba ese plan de gestión dentro del plazo impuesto, el plan de la empresa queda automáticamente aprobado. Sea el plan que sea.

¿Cuál es el efecto inmediato de este decreto? Según el presidente Ollanta Humala, y el ministro de Cultura, que firmó también el documento, es un paso adelante para acelerar procesos de desarrollo, para luchar contra la pobreza y para sacar al país adelante a la brevedad posible. Bien! ¿Pero es esta la mejor manera de proceder?

Por otro lado, la misma redacción del Decreto está hecha de tal modo que enciende el mal ánimo. En ningún momento se hace referencia a la obligación del Estado en proteger la historia, identidad y riqueza cultural de todos los peruanos. Por el contrario, la redacción es tal que se termina deduciendo que la cultura más que un recurso para el desarrollo es un obstáculo. La falta de visión en esto último es preocupante.

Después de leer ese decreto, nadie creería que vivimos en uno de los seis países que son cuna de civilización en el mundo y uno de los más ricos culturalmente. ¿Dónde quedó la visión de cultura como fuente de desarrollo?

Lo que este decretó debió hacer es dotar al ministerio de Cultura de todos los recursos necesarios para que cumpla con su tarea, inescapable, de proteger la riqueza de todos los peruanos. Debió dotar de recursos adicionales al ministerio para la recuperación y puesta en valor de los bienes que ya existen. Debió crear mecanismos a futuro para que esas empresas, donde hallen vestigios, contribuyan a la recuperación de esos u otros bienes del país. Y si el ministerio no cumple, debió establecer mecanismos por los cuales la empresa privada no se perjudica y se consigue acelerar el proceso, sin poner en riesgo el patrimonio. En nada de esto se pensó.

Pero veamos también el otro lado. ¿Cuánto nos queda por descubrir? ¿Creemos que de verdad todavía quedan monumentos importantes bajo tierra?

Cuando le planteé esto a Alberto Martorell, presidente de Icomos-Perú su visión fue clara: en términos de patrimonio no se protege y cuida solo lo monumental, los machupicchus del país, sino también cementerios, arquitectura civil modesta, hasta desechos de basura arqueológica porque todo trae información que nos pueda decir más sobre quiénes somos y de dónde venimos.

Aquí creo que tenemos que encontrar un equilibrio. Un equilibrio que funcione para todos. Porque a fin de cuentas se trata de eso ¿Acaso no habrá llegado la hora de ser realistas? Ahora me podrán acusar de traidor pero no de rasgarme las vestiduras. De repente, por más terrible que suene, tenemos que entender que hay sitios y vestigios a los que tenemos que decirles adiós. Por el bien de lo que ya tenemos y no cuidamos.

La realidad es que ni ahora cuando hay dinero suficiente se está protegiendo lo que ya existe de manera adecuada. No nos engañemos. Esto nunca va a suceder. Menos si nos dedicamos a cuidar y proteger cada pieza individual de arqueología que se encuentre en nuestro territorio.

Lo más irónico lo vi en estudiantes de arqueología de San Marcos. Publicaron un Facebook un manifiesto anti decreto hablando de la necesaria salvaguarda de nuestro patrimonio. Ante eso les pregunté qué estaban haciendo ellos por recuperar la huaca San Marcos, la más grande de Lima, una de las más importantes y una de las que probablemente más información todavía guarda en su interior y que queda dentro de la misma universidad.  

Por las razones que sean, San Marcos no está haciendo nada por su huaca. Pero no solo son ellos. Somos todos nosotros. No tenemos un gran museo del Perú. No tenemos un registro completo de todo lo que tenemos. Gran cantidad de material sigue en depósitos donde, según me cuentan algunos arqueólogos que lo han visto, todavía existen cajas de Julio C. Tello que ni siquiera han sido abiertas. Y él murió en 1947. O sea, ¡hace casi 70 años!

Entonces, ¿de qué nos quejamos? ¿Qué es lo queremos realmente? Yo creo que nos toca mirar al futuro con sinceridad. Y si nos ponemos de acuerdo, de repente este infeliz decreto puede facilitar algo mejor: decidir qué hacemos con lo que tenemos. Que es bastante.

Foto: Erik Maquera / Sitio arqueológico Catalina Huanca, Distrito de Ate, año 400d.C., quedó en medio de una empresa arenera, que ha excavado el sitio está dejarlo completamente aislado, como se ve en la foto.

Aquí el Decreto: http://elperuanolegal.blogspot.com/2013/05/decreto-supremo-054-2013-pcm-aprueban.html

miércoles, 15 de mayo de 2013

¡EMPECEMOS A DEMOLER!


Acá tenemos dos palabras malditas: expropiar y demoler. Cada una ha adquirido su propia dimensión diabólica gracias al mal uso que se le dio o se le sigue dando. Expropiar, un concepto necesario en temas de urbanismo, planificación, mejora de las condiciones y la calidad de vida de los ciudadanos, durante décadas fue casi una palabra impronunciable.

El trauma dejado por el gobierno militar de Velasco la sacó no solo del léxico sino de la cabeza de las autoridades. ¡Esa barbaridad comunista! Se le dio una lectura política y hasta ahí llegamos. Lo que se expropia hoy es mínimo y cuando sucede parece que se hace con un miedo extremo. 

Sin embargo, es una de las armas que nos da la misma ley para proteger la rica herencia arquitectónica de Lima. ¿Lo hace el ministerio de Cultura? No. ¿Lo hace la Municipalidad de Lima? No. Las razones, o las excusas, siempre están ahí. El resultado final es que la autoridad no se atreve a hacer uso de una de las herramientas más potentes que tiene a su disposición.

La otra es demoler. Pero aquí el asunto es más perverso. La autoridad no demuele. Demuele la empresa privada. Demuelen inmobiliarias al margen de cualquier responsabilidad ciudadana y de cualquier valor histórico del inmueble. Es cierto, tampoco existen incentivos de ningún tipo para que un propietario de un bien histórico quiera y pueda conservar ese inmueble. Pero el resultado es el mismo: demolición, pérdida irreparable de capas de historia e identidad de una ciudad original.

Lo que alcaldes y autoridades de cultura están permitiendo es un proceso descontrolado, destructivo y voraz de crecimiento urbano. Lima nunca antes vivió este tipo de presión. A una situación extraordinaria se han debido implementar medidas extraordinarias. Pero hasta ahora nadie parece haberse dado cuenta de la situación.

Lo que tenemos en cambio son alcaldes felices, porque les entra más dinero. Un ministerio de Cultura callado, porque no sabe qué hacer, y una Municipalidad de Lima que mira del otro lado porque es una autoridad debilitada. Lima no se merece esta situación.

En el post de la semana pasada hicimos referencia a la investigación que vienen realizando en nuestra ciudad más de 30 alumnos de arquitectura y planificación de una universidad de Londres. Incluso ellos, que llegaban por primera vez a la capital, se quedaron sorprendidos que en el último lustro el 40% del sector de Barrios Altos se haya convertido en depósitos.

Estos depósitos no solo son ilegales. Para levantarse tuvieron que tirarse abajo alguna estructura antigua. Todo esto a vista y paciencia de las autoridades. A lo máximo que ha llegado la capacidad de fiscalización de la Municipalidad de Lima es a pegar unos afiches que son quitados al día siguiente. O a las pocas horas.

En una reunión sobre estos temas, hace unas semanas, Alberto Martorell, el presidente de Icomos, indicó que “si esos depósitos de seis pisos pudieron ser construidos sin que ninguna autoridad pudiera pararlo, algo grave está sucediendo”.  Y vaya que si es grave...  la incapacidad de las autoridades para defender la ciudad.

Pero todavía se pueden redimir.  Por ejemplo, empezando por demoler lo ilegal y clandestino.  Finalmente, este sería el único tipo de demolición que vale la pena. Y no solo salvaría la ciudad. Salvaríamos también una palabra del infierno del lexicón.

 
 
Foto arriba: Prensa alternativa. Depósito en Barrios Altos.
Foto abajo: Wikipedia. Demolición en Alemania.

miércoles, 8 de mayo de 2013

LIMA EN DOS ESPEJOS



Ayer martes por curiosidad fui a la presentación que hacía un grupo de estudiantes de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, del Development Planning Unit (DPU), University College London, que había estado trabajando en Lima.  Lo que observé me pareció digno de compartir aquí. No es una foto bonita de la ciudad, pero es una que probablemente deberíamos tomar en cuenta.

Primero el proyecto: cada cuatro años, la maestría de esa facultad escoge una ciudad del mundo para enfocar su trabajo académico. Vaya lujo. Ya habían estado en ciudades de China, en India, en alguna de África y ahora habían escogido Lima. El propósito fundamental es hacer propuestas concretas que, idealmente, ayuden a esos lugares. Cada año un grupo diferente va viendo aspectos distintos de la ciudad.

Este año llegaron 35 estudiantes. No todos británicos. Los había de 19 diferentes países: de Francia, de Colombia, México, Kenia, Australia, India, China, Croacia, etc. y su foco era planificación urbana y medio ambiente. Para eso escogieron cinco zonas de Lima donde trabajaron a lo largo del último año, y ayer martes presentaban sus conclusiones. Por varias razones habían escogido: Barrios Altos; un asentamiento humano en San Juan de Lurigancho; Huaycán, en Ate; Cantagallo, en el Cercado; y la Costa Verde.

Hasta ahí todo bien.  Me parecía genial que 35 cabezas foráneas estuvieran pensando y analizando Lima. Ahí surgieron los espejos.  En cada uno estaba Lima.  Hago un resumen de lo que vi y de la impresión que me dio.  En la sala habían dirigentes vecinales de esas partes de Lima, además de arquitectos, académicos y otros interesados.

Quizás lo que más me llamó la atención cuando hablaron los vecinos, fue ver cómo la mala relación que tenemos con la autoridad filtra nuestro discurso, nuestra manera de entender la ciudad y de buscar soluciones.  Aquí, personas de distintas partes de Lima que no se conocían entre sí compartía la misma desconfianza.  Era descorazonador escuchar lo poco que se sienten protegidos por el sistema, por la ley, por la policía, por los jueces, por las autoridades.  

Y luego los datos, que son para preocuparse.  En Barrios Altos, por ejemplo, el 40% del área se ha convertido en depósitos.  El 40%! cuando hace solo cinco años todo el lugar era vivienda. Este lado perverso del crecimiento económico sucede por falta de control, de fiscalización, de orden.  Lo que se está produciendo en esta histórica parte de la ciudad es un proceso de cambio de uso, irregular, informal, ilegal, que no solo afecta a las miles de familias que ahí viven. Se está destruyendo patrimonio histórico. ¿Qué opciones quedan?

El otro espejo fue el que nos mostraron los estudiantes. Era Lima vista por 30 jóvenes extranjeros cuyo trabajo principal consiste precisamente en eso. Para ellos se trataba de solucionar problemas. Pero tengo la impresión que los problemas eran un poco más profundos de lo que pensaban encontrar.  Vieron una ciudad que crece sin visión de ciudad, sin soluciones conjuntas, para todos.  Una política económica que, según dijeron, están generando una serie de injusticias urbanas.  Vieron a Lima como una ciudad sin prácticas sostenibles, etc.  Sus propuestas trataban de ser específicas y puntuales, pero no podían dejar de lado el contexto urbano, más difícil de resolver.

En ambos espejos no se veía la ciudad que todos queremos proyectar. La ciudad moderna, que avanza, que crece.  Los dirigentes vecinales, sin quererlo, dejaban al descubierto una característica muy nuestra: la división social, la profunda desconfianza a la autoridad.  Los estudiantes veían una ciudad mal encaminada, con enfrentamientos que subyacen al frágil tejido social y que podrían afectar su futuro.

¿Cómo hacemos?  Más allá de soluciones puntuales, pienso que hay un tema de comunicación pendiente. Una tarea de fortalecer vínculos.  De crear códigos comunes. Yo también quiero una ciudad moderna, atractiva, amable.  Pero hay un trabajo por hacer.  Me pregunto quién se está haciendo cargo.  Porque mientras decidimos qué hacer, hay  otros como en esta imagen de Banksy, el artista callejero británico, que están borrando toda huella de ciudad.  De una ciudad con capas de historia y de riqueza que una vez desaparecidas, no podrán ser reconstruidas.

Los informes finales, mapas, presentaciones y videos producidos durante el proyecto del la Maestría estarán disponibles desde Julio del 2013 en la pagina Web del DPU:
 
 
Tambien hay información el nuevo Blog: http://turningtothesea.weebly.com/

Foto: Taringa.net