sábado, 22 de diciembre de 2012

¡Eureka! (¿eureka?)


El alcalde de Miraflores, Jorge Muñoz, acaba de pasar una ordenanza que busca proteger las históricas casonas del distrito. ¿Será verdad que por fin una autoridad edilicia vio la luz? ¿Será verdad que Lima todavía puede ser salvada? Cuando lo leí me emocioné. Hasta que vi la letra pequeña.

Antes veamos en qué consiste. La idea es sencilla y ha sido usada con éxito en otras ciudades del mundo: si usted tiene una casona en el distrito podría estar en condiciones de recibir un bono económico.

Si en su zona, por ejemplo, se pueden construir hasta siete pisos, entonces la municipalidad le dará un bono por cinco o seis pisos que usted podrá vender a una inmobiliaria que lo necesite en otra parte del distrito.

Al vender ese bono, usted como propietario queda obligado a usar parte de ese dinero en la recuperación del inmueble histórico. Además, firma un documento en el que renuncia a todo derecho para que en el futuro se construya ahí un edificio. Hasta ahí, todo bien. Pero, esto siendo Lima, hay dos aspectos que debilitan lo que debería ser una hermosa propuesta.

Uno de ellos, es que es voluntario. Si se trata efectivamente de proteger patrimonio, ¿por qué tiene que dejarse a voluntad del vecino? ¿Dónde queda la autoridad y su compromiso con salvar el patrimonio? Al hacerlo voluntario, la conservación también se vuelve opcional.

El otro requisito es que el inmueble haya sido declarado monumento por el Ministerio de Cultura, una tarea que esa institución o hace muy lentamente o ha olvidado. De hecho, la mayor parte de las estructuras que muchos consideramos históricas, y que ya han desaparecido, nunca fueron declaradas como tales.

Es cierto también que el Estado debería hacer más para proteger y estimular a propietarios de bienes históricos. Que la ley les exija que mantengan su predio en buenas condiciones sin darles ningún beneficio es mordernos la cola, porque ni el dueño hace nada ni la autoridad hace cumplir la ley.

Todavía quedan varias preguntas por resolver, como quién determina el costo de renovación de esa propiedad y qué porcentaje del dinero recibido con ese bono debe dedicarse a la renovación. O, ¿qué pasará con las propiedades cuyo costo de renovación sea mayor del bono recibido?

Para esto habrá que esperar 60 días, hasta que se reglamente la ordenanza. En todo caso, hecha la salvedad, tampoco hay que permitir que las debilidades de esta novedosa propuesta terminen siendo lo más importante. La ordenanza es, en principio, una buena medida.

De hecho, otros lugares de la capital con un rico patrimonio, como Santa Beatriz, Breña, Lince, Jesús María, deberían estar pensando en implementar algo así, que bien podría incidir en el desarrollo de un turismo local.

Miraflores todavía tiene tiempo para mejorar su propuesta y convertirse en un referente para el resto de la ciudad. Lo que tiene cada día menos son casonas que salvar. Y esperemos que cuando los alcaldes de los otros distritos también vean la luz, no sea muy tarde.

Publicado en El Comercio: 25/7/12 
Foto:Peru.com

martes, 18 de diciembre de 2012

LA CIUDAD POSIBLE


Me parece interesante cómo la pareja presidencial maneja los símbolos de la diversidad cultural. No es infrecuente verlos con alguna vestimenta u objetos que los identifica con una región o grupo étnico. Y lo que en otros podría aparecer como un gesto vacío, en ellos parece adquirir un aire de reivindicación. 

Lo digo porque veo que estos gestos vienen acompañados por acciones. Ahí tenemos Beca 18 que me parece un avance en temas de inclusión social. O Pensión 65. Lo más reciente fue elegir a Gladys Tejeda como nuestra abanderada en Londres. ¿Soy víctima del márketing político?

Puede ser, pero pasa que en un país como el nuestro, tan acostumbrado a invisibilizar y a encasillar rostros como los de Gladys Tejeda, gestos como el del presidente Humala legitiman nuestra diversidad. Dan el mensaje correcto en la dirección correcta, porque a otro nivel pareciera que el Perú no hubiese cambiado en 100 años.

Hace poco estuve con unos periodistas de Estados Unidos que se quedaron perplejos con las páginas sociales de los diarios y revistas limeños. “¡Es del siglo XIX!”, exclamaron. “Es como si en el ‘New York Times’ solo aparecieran judíos”, dijo bromeando uno de ellos. Y puede ser una banalidad, pero son espacios como estos, en la prensa o en la misma TV, donde se ejerce una sutil segregación que termina por deslegitimar a todo un sector pujante de la población.

Pero esta reflexión no tiene nada que ver con justicia. Tiene que ver con la manera cómo potenciamos la creatividad y la capacidad de trabajo de nuestra propia gente, porque una ciudad como Lima necesita hoy de todos sus ciudadanos.

Además, ciudadanos que sean tratados como tales. Solo cuando se empieza a producir ese nivel de reconocimiento podemos conseguir acuerdos comunes sobre lo que es vivir en una ciudad como Lima. Acuerdos sobre calidad de vida, convivencia ciudadana, protección de patrimonio.

Ya lo mencioné antes pero esa aceptación de nuestra diversidad debería tener consecuencias claras sobre las políticas culturales y de patrimonio. En la práctica no se cumple lo que hay porque no terminamos de estar seguros del valor de lo que tenemos.

Pucllana es un buen ejemplo de lo que se puede hacer. Pero es el único de ese tipo en Lima, donde hay más de 350 sitios arqueológicos. De todos, menos del 5% tiene algún nivel de protección y la mayoría se encuentra amenazada por el crecimiento inmobiliario. Pero no solo es lo precolombino.

Que un lugar como Punchauca esté abandonado siendo el espacio más simbólico de la independencia, es fruto de esa ambivalencia que hay respecto a la república. Ambivalencia que ha dejado también al abandono importante legado colonial y republicano.

Y es curioso cómo estas tensiones que vivimos a diario, y que seguimos sin resolver, terminan reflejándose en la manera como tratamos nuestro patrimonio. Por eso son importantes los gestos como los de Gladys, porque legitiman, porque empoderan, porque nos hacen más iguales. Y en ese camino, ganamos todos.

Publicado en El Comercio: 18/7/12 
Foto: El Comercio

martes, 11 de diciembre de 2012

CONGA EN LIMA


Este fin de semana El Comercio publicó dos investigaciones sobre Lima que encendieron el debate en las redes sociales. Una fue sobre Puruchuco y la inminente construcción de dos túneles que, según los expertos consultados, beneficiará a un grupo económico y no al sitio arqueológico ni a la ciudad. La otra fue sobre los acantilados de Lima, en la que se anuncia que se va a permitir la construcción de edificios (aunque la alcaldesa Susana Villarán desmintió “por ahora” esta posibilidad).

En todo caso, la nota de mi colega Carmen Gallegos fue una de las más leídas en nuestra página de Facebook (Recuperemos la memoria de Lima milenaria), y fue reproducida más de 50 veces, un claro indicador de cómo interesa el tema, y de la importancia del debate que debería darse en una ciudad de las dimensiones de la capital. ¿Pero dónde más se está produciendo ese debate?

Estamos tan acostumbrados a una cultura de hechos consumados, que olvidamos que tenemos derecho a que nos escuchen, y a influir en las decisiones que nos afectan a todos. Las condiciones que atraviesa la capital, con un ‘boom’ inmobiliario avasallador que no respeta reglas, y autoridades que no las hacen respetar, exigen que empecemos a abrir el debate. Nos quieren hacer creer que proteger el legado de esta ciudad es estar contra el desarrollo. Y no lo es.

Si no, solo hace falta mirar otras ciudades de América Latina, como Quito, Ciudad de México, o el mismo Santiago, donde se ha aprendido a armonizar crecimiento con recuperación urbana. Más allá de las autoridades municipales, quizás nos toca a nosotros, gente de prensa, asumir este papel. Como ciudad, necesitamos acuerdos comunes sobre lo que es calidad de vida, desarrollo urbano y protección de patrimonio que no se están tomando en cuenta.

Estamos tan acostumbrados al conflicto que, naturalmente, el periodismo que hacemos es un periodismo de conflicto. En tratar de entender las disputas sociales, medioambientales y políticas se ha concentrado el interés, la especialización, el conocimiento. ¿Y Lima? El Comercio, fiel a una larga tradición de protección de patrimonio, lidera esta campaña. Pero necesitamos llegar a los nueve millones de limeños.

Es importante que todos sepamos qué tenemos, qué valor tiene, y qué significa crecer. De repente es hora de que la televisión asuma una responsabilidad, y no se limite a ver la capital con nostalgia o como escenario de crónicas policiales. ¿Por qué no tener programas en los que se debata este desarrollo urbano que tanto le preocupa a la gente que vive aquí?

La realidad es que cada día que pasa desaparece un poco más el perfil de lo que podría ser una de las ciudades más originales y más ricas en legado arquitectónico del planeta. Con eso, va desapareciendo nuestro pasado. Y nos vamos convirtiendo en una ciudad con edificios nuevos que en 10 años no tendrán valor arquitectónico alguno. Con lo que también nos vamos quedando sin futuro.

Esto es Conga, en Lima. ¿Quién o qué sale ganando con esto? Si somos nosotros, que alguien me explique cómo.

Publicado en El Comercio: 11/7/12 
Foto: Noticiasenperu.com

martes, 4 de diciembre de 2012

GLADYS TEJEDA, UNA MARCA PERÚ


Hace unos días leí que Kina Malpartida, Gabriel Villarán y un popular chef llevarán la antorcha olímpica en Londres, y la verdad es que me pareció que era un grupo demasiado homogéneo para representar a un país tan diverso. Y ahí quedó todo hasta que conocí a Gladys Tejeda. O hasta que vi el video de Procter and Gamble sobre nuestra maratonista.

En esos tres minutos, que usted también los puede ver en You Tube, entendí varias cosas. La primera y más obvia: en qué consiste el espíritu olímpico. Además, es imposible no ver que la perseverancia de gente como Gladys es la misma fuerza que está cambiando la historia de este país. Una historia que tiene todo el poder para inspirar y para transformar.

 Al conocer de su vida, y la de su madre, en plena sierra de Junín, alejadas de todo contacto con la modernidad, pude entender por qué aquí, hace 5.000 años, nos convertimos en cuna de civilización. Al ver ese espíritu que no se doblega ante la naturaleza, entendí por qué aquí, hace 600 años, surgió el imperio más grande que vio este continente. Y al sentir su humildad y sabiduría, entendí por qué, a pesar de 400 años de invisibilidad y exclusión, su cultura hoy renace y prospera.

Gladys nos estará representando sobre las pistas en Londres pero su historia no la conocerá el mundo. Los atletas no llevan la antorcha. La llama inició su recorrido por el Reino Unido el 18 de mayo, de manos de 8.000 personas. La única recomendación que hacen los organizadores es que los portadores representen historias capaces de inspirar. ¿A quiénes envían los otros países?

Varios han aprovechado la oportunidad para proyectar una imagen determinada. En Estados Unidos, la auspiciadora Coca Cola lleva una lista de lo que llama “22 estadounidenses ejemplares”. Brasil decidió llevar gente que, según ellos, represente al nuevo Brasil. Los cuatro brasileños tienen dos cosas en común: todos nacieron en la pobreza extrema y hoy son ciudadanos que están transformando sus comunidades.

Y después de enterarme de todo esto pensé: aquí también hay muchas de esas historias. ¿Por qué no se escogió una de esas para inspirar al mundo, como lo harán Kina, Gabriel y el chef? No creo que a estas alturas todavía exista esa vieja actitud que se horrorizaba de que, en determinados ámbitos, un rostro serrano represente al país. Eso lo hemos superado, ¿cierto? En todo caso, el esfuerzo por mostrar la diversidad debería estar siempre ahí.

¿Y qué tiene que ver esto con patrimonio y ciudadanía? Es que es lo mismo. Al final, nosotros somos el patrimonio más importante que tiene un país. Y si no tenemos claro cuál es nuestro rostro, mucho menos vamos a tener la voluntad para proteger el legado que nos representa.

Lo bueno es que después de conocer a Gladys Tejeda me quedo tranquilo. Por fin entiendo lo que es la marca Perú. Ella, y otros como ella, representan el espíritu de este nuevo país, del que muchos nos sentimos orgullosos. Pero también me queda claro que, en temas de recuperación, todavía nos queda bastante por hacer.

Publicado en El Comercio: 4/7/12 
Foto: sanfernando80peru.blogspot.com

sábado, 1 de diciembre de 2012

LO QUE PUEDE OFRECER UNA BONANZA


A principios de los años 2000, los países ricos experimentaban una nueva ola de crecimiento económico y, con esta ola, vino un ‘boom’ inmobiliario sin precedentes. A pesar de ser dos ciudades muy dispares, Londres y South Beach en Miami fueron dos lugares que recibieron ese impacto.

En ambos casos, las autoridades tuvieron que saber hacer frente a poderosos intereses económicos, tanto nacionales como globales. Londres intentaba en ese momento posicionarse como el centro financiero de Europa y Miami quería reclamar un lugar más serio en el concierto de ciudades en Estados Unidos.

 En Londres, sucedieron tres cosas: se reforzaron las medidas de conservación; se identificaron nuevas áreas para renovación urbana; y donde hubo que tirar algo abajo, el compromiso siempre parecía ser que lo nuevo tenía que ser mucho mejor que lo anterior.

Sobre el primer punto: muchas casas habían estado en mal estado y el interés inmobiliario llevó a definir mejor las reglas: qué se podía hacer con esas casonas. De manera general, se trató de mantener la armonía de las fachadas, relajando sobremanera lo que se podía hacer adentro. Ante la presión para crecer, y ante la imposibilidad de traerse abajo las casas y edificios, se identificó el este de Londres como la zona para modernizar.

A principios de los años 2000, todo el sector ribereño al este de Canary Wharf empezó a crecer a ritmo hipercardíaco. Y ni qué decir de todo el proceso de revitalización urbana junto a esta zona, que es hoy la Villa Olímpica, a punto de ser inaugurada.

South Beach, que hasta esos años había vivido una atmósfera de diversión y laissez-faire, sintió el golpe cambiando el aletargamiento playero por la defensa urbana. Para ellos, había que proteger el estilo art-déco de su playa, que aún siendo una versión más humilde que el art-déco de Nueva York, no estaban dispuestos a deshacerse de ello. Era su tesoro y decidieron protegerlo.

Este ‘boom’ también llevó a reforzar reglas sobre protección y conservación, y se terminaron de definir los límites de lo que se podía y no se podía, hacer. En ambas ciudades, el proceso se vivió casi sin mayores traumas y ganó la ciudad. ¿Por qué es distinto de Lima?

Pensaba en esto después de la nota que publicamos el domingo, en la que limeños de varias partes de la ciudad, de Miraflores o San Isidro, de San Juan de Lurigancho o Los Olivos, compartían el mismo malestar por el modelo de crecimiento urbano que estamos siguiendo: sin orden ni normas. Y peor aun: sin protección ni conservación.

La gran ironía es que Lima es una de las ciudades más ricas del continente en cuanto a arquitectura, pero no asume responsabilidad frente a eso. Lo que es más, su silencio le ha dejado cancha abierta a la especulación y el lucro.

Me pregunto qué autoridad, qué alcalde, o qué grupo asumirá su defensa. Si hablamos de bonanza, que también sea una bonanza para la ciudad, para sus casonas, sus parques, sus fuentes, sus espacios públicos. Que sea una bonanza que dé y en la que ganemos todos.

Publicado en El Comercio: 27/6/12 
Foto: exploringthroughlife.com

miércoles, 21 de noviembre de 2012

ESPEJO, ESPEJO, ¿POR QUÉ ME DICEN FEA?

Es revelador ver cómo reaccionamos cada vez que nos ofenden en público. La ofensa, claro está, es como la belleza: está en el ojo del que lo ve, o en el corazón del que lo siente.

La semana pasada, la cadena de noticias CNN dio a conocer en su página web una lista de las 10 ciudades más odiadas del planeta… y Lima estaba ahí. La misma página aclara que no se trata de las peores ciudades sino de lugares que tienen algo que molesta al viajero de manera consistente.

A tres horas de publicada la nota en un medio local, más de 70 personas habían comentado y la guerra se había desatado. “¡Que se vayan!”, gritaba alguien que no aguantó la injusticia. “Lima es linda, ¿ya?”, exclamaba otro, abrumado por la ceguera mundial.

El asunto es que aun cuando decimos que la queremos, no sabemos decir por qué. Es más. Los que sí se animaban salían con algo del tipo: “me encanta su panza de burro”; “me gustan las ciudades grises y húmedas”; “sí, es fea y qué”. No tenemos idea de por qué queremos a Lima. ¿Tenemos razones para quererla? O son las razones de los pocos, que la mayoría no conoce o no entiende.

En todo caso, las razones de los turistas no (necesariamente) tienen que ver con las de los limeños. ¿De qué nos acusaban? De ser una ciudad aburrida, insegura y difícil, por lo cerrada que es al visitante. Una semana antes, la misma cadena había publicado su lista de las 10 ciudades más queridas, así que hice un ejercicio de comparación entre lo que los turistas adoran de algunas de esas urbes y la actitud que veo en Lima.

Nueva York, por ejemplo, es la tercera ciudad más visitada del planeta y ahí, Times Square y Central Park son los sitios preferidos. ¿Qué tienen en común? Son lugares públicos. Diseñados para el deleite de todos. ¿Qué hacemos en Lima? Levantamos muros, creamos lugares exclusivos o cerramos parques que antes eran públicos, para cobrar por un espectáculo que en una de esas ciudades sería gratis.

Tokio ocupa el primer lugar, y la gente dice apreciar su originalidad y no necesariamente su belleza. El que llega a Tokio recibirá una sobredosis de rompedura de esquemas, y parece que eso gusta: sus excesos de neón, sus luchadores de sumo o sus ‘raros’ restaurantes.

Lima tiene todos los ingredientes para ser un lugar original. Sin embargo, cuando vendemos la ciudad ocultamos su autenticidad. O a la diversidad le damos un toque extranjerizante. En el tercer lugar figura Santiago de Chile... y, bueno, a la gente gusta su emplazamiento andino, sus ‘bares sexy’, sus buenos cafés y estaciones de esquí no muy lejanas.

Cierto o no, ocupa un tercer lugar. Es verdad. Esta lista no es exhaustiva ni tiene valor científico, y seguramente su compilación está llena de errores. Sin embargo, una y otra vez, cuando se habla de la percepción de Lima hay elementos que se repiten.

Los turistas se dan cuenta de que aquí hay algo que no cuaja. Que no termina de estar bien. Lima tiene un problema. ¿Pero es de imagen o de realidad? Espejo, espejo…

Publicado en El Comercio: 20/6/12 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

UNA VUELTA ALREDEDOR DEL CENTENARIO




Al ver caer a nuestros compatriotas por 4-2 en el estadio Centenario recordé mi visita al lugar hace unos meses. Había ido a Montevideo a averiguar por qué eran felices los montevideanos.

Cada vez que sale una lista de ciudades con mejor calidad de vida en América Latina esta pequeña urbe, de un millón y medio de habitantes y solo un terremoto en su haber, siempre figura entre las tres primeras.

De más está decir que su estadio me pareció una estructura de lujo. Algo despintado, y una que otra parte de capa caída, pero la integridad de su diseño se imponía por sobre las pequeñeces estéticas.

También me llamó la atención cómo se parecía al nuestro. Al anterior, claro está. Había una diferencia de unos 20 años entre ambos. El uruguayo había sido construido a principios de los años 30 y el nuestro, después. Cuando levantamos el Nacional, el estilo art déco seguramente ya había pasado de moda pero no por eso había perdido elegancia.

Y el José Díaz también tenía de eso: de integridad, de armonía, de prestancia. Pero a lo que iba. Es cierto que ‘calidad de vida’ significa varias cosas para cada uno. En general, más allá del acceso a servicios básicos, está vinculado con la sensación que se tiene respecto a temas de cohesión social, pertenencia, acceso a espacios públicos.

En mis recorridos por las calles encontré montevideanos de todas las edades que hablaban de lo mucho que querían a su ciudad. Y lo hacían con una convicción que solo acentuaba mi curiosidad, porque también hay limeños que dicen querer a Lima y el momento que les preguntas por qué, se hace el silencio.

Entre sus respuestas, con frecuencia se referían a un lugar importante para ellos: la rambla, que es como llaman a su malecón. Un malecón enorme y larguísimo a donde van todos ya sea verano o invierno. Cuando averigüé sobre la rambla montevideana resultó que, aunque no fuera obvio, había sido uno de los grandes proyectos de inclusión urbana que sus alcaldes habían diseñado hacía más de 100 años.

¿Cómo? transformando un lugar que era inadecuado para el paseo, en uno lleno de jardines, arte, centros de esparcimiento. Todo con el fin supremo de que sirviera a todos.

Me resultó increíble que 100 años después un ciudadano pudiera sentirse agradecido por tener algo así. Otro factor de felicidad al que se refería la gente era la sensación de vivir en un lugar donde se aspira a la igualdad.

Y bueno, seguramente que hay una larga tradición de factores que han contribuido a esa sensación. Como el haber tenido intendentes (alcaldes) comprometidos con la continuidad del proyecto de ciudad.

En esa visión, me imagino, a nadie se le ocurriría modernizar un estadio como el Centenario. Respetan mucho a su gente y su ciudad como para imponer algo así. Si acaso, levantarían otro, mucho mejor, en un lugar diferente. Es el mensaje de las acciones. ¿Qué mensaje me da nuestro estadio? Uno poco feliz. Lo veo sucio, barato y sin acabar. Y me recuerda que la felicidad va más allá de un partido de fútbol. Y que los limeños nos merecemos más que un gol.

Publicado en El Comercio: 13/6/12
Foto: citio.blogspot.com


sábado, 10 de noviembre de 2012

"¿QUIÉN ES USTED? ¡NO LO SÉ!


Lima Milenaria es la campaña que este Diario lanzó en noviembre del año pasado. A pesar del nombre, es un proyecto que se hizo pensando en el presente y, en particular, en el futuro. 

Para eso contábamos con dos ingredientes fundamentales: la evidencia inescapable de la arquitectura prehispánica, y el conocimiento acumulado por años de trabajo de arqueólogos y arquitectos, que le daban solidez y raíces al proyecto. ¿Por qué? Por varias razones.

Una de ellas, porque en esta gran diversidad cultural limeña no existía un referente simbólico que representara a la mayoría. Francisco Pizarro, con sus méritos y defectos, se había quedado chico. ¿Y era importante eso? Los urbanistas hablan con frecuencia de un concepto que tiene que ver con calidad de vida, felicidad y buen funcionamiento urbano: el sentido de pertenencia. O el alma de una ciudad.

El alma entendida como un valor intrínseco que le da solidez a su gente, proyección a su ciudad, que hace que la vida fluya mejor. No lo comes ni lo vendes, pero sabes que compartes algo que es importante para ti y para los demás. Y sucede que Lima es una ciudad sin alma. O quizás tiene muchas, como tiene muchos rostros.

Eso estaría bien si no fuera porque cada una existe al margen o por oposición a la capital. Pienso en las múltiples expresiones culturales que se producen en la calle: una procesión religiosa, una fiesta patronal, una reunión de migrantes. Quién puede negar que ahí haya alma, orden, sentido. Pero fuera de esas burbujas de identidad, muchos de esos ciudadanos que cumplen con las reglas de su organización se transforman en otros seres cuando les toca lidiar con la gran Lima. Y ahí todos estamos contra todos.

También lo vemos en muchas autoridades, municipales y de cultura, y la continua agresión contra el patrimonio que ejercen ellas mismas. Una explicación para esta actitud podría ser que no tienen idea de quiénes somos y de dónde venimos. Tener el cuento claro nos haría la vida más fácil. En lo que es patrimonio, por ejemplo, sabríamos cómo proceder y cuándo decir hasta aquí nomás a los excesos de la empresa privada.

Tener el cuento claro significa, por ejemplo, saber que la ciudad de hoy no habría sido posible sin esos limeños antiguos. Ellos trabajaron para nosotros construyendo canales de irrigación o dejándonos la quincha y el adobe. Saber todo esto debería poder darnos orgullo. Somos parte de un continuo de desarrollos culturales que nos hace originales y diferentes.

En enero de este año la alcaldesa, Susana Villarán, dio el primer paso al declarar Lima como Ciudad Milenaria y Ciudad de Culturas. En estos días, declaró junio mes de Lima Milenaria y puso el tema en la agenda de la ciudad. Ojalá tenga continuidad.

Al final, un sentido de pertenencia solo se logrará cuando todos, los nueve millones de limeños, sepamos de este importante pasado. Y sabiendo responder quiénes efectivamente somos, el futuro tendrá sentido. Y la ciudad también.

Publicado en El Comercio: 06/6/2012 
Foto: Exhibición LM, Instituto Riva-Agüero/El Comercio

miércoles, 7 de noviembre de 2012

"LOS SILENCIOS QUE SON TAMBIÉN UN RECUERDO"

Hoy quiero tratar de recuperar algo perdido. Será momentáneo e inmaterial y, por una vez, no se tratará de recuperar huacas, casonas o algún edificio en riesgo de ser silenciado para siempre. Se trata de un silencio que nació en mi infancia.

Esa fue una época en la que gozaba de la condición de nieto predilecto. El premio para tal título consistía en acompañar a mi abuela a todas partes, a pie. Ella era una empedernida caminante, y a mis ruegos de “por favor abuela, vamos en taxi”, me contestaba siempre con un “no molestes”.

Y así, de su mano, aprendí a caminar. Íbamos, o me llevaba, a Santa Beatriz donde vivían unos parientes. A Barranco, donde una de sus consuegras tomaba el té a las cinco. Al Rímac, adonde se habían mudado unos primos. Al Barrio Chino, donde tenía su médico y, por supuesto, íbamos, o me llevaba, al Jirón de la Unión.

Nunca entramos a una tienda. Ella no era de tiendas. Los destinos habituales eran casas de familiares, de amistades, o iglesias. Muchas iglesias. En el Centro, de la que más recuerdos tengo es la Iglesia de la Merced, y su claustro. Por eso el silencio. Porque recordé las veces en que entramos a ese lugar misterioso, que me generaba una sensación desconocida y placentera.

Lima, en esos días, era tranquila, y lo del claustro era como un silencio dentro del silencio. Es difícil de describirlo, a no ser que diga que era como sentir que había hojas que caían muy lentamente del cielo. Por eso hace unos días quise repetir la experiencia. El Comercio queda solo a tres cuadras y no había vuelto al lugar en décadas. Me preguntaba si todavía sería posible encontrar un espacio de tranquilidad en medio de la nueva ciudad que es Lima hoy.

Para mi alivio, casi todo seguía ahí: sus generosos arcos dieciochescos, los enormes lienzos de San Pedro Nolasco, la curiosa firma de Julián Jayo, cacique de Lurín y Pachacámac. Y el silencio. Este también estaba ahí, pero era menos evidente. O menos posible. Aun así, por un momento recuperé la sensación del niño.

Por un momento encontré esa tranquilidad y esa paz. Sí, eso todavía era posible en Lima. Solo que las hojas habían dejado de caer lentamente, y los gruesos muros de adobe hacían algo más que darle firmeza al edificio. Lo protegían de los gritos de la ciudad. Y sentado en sus amplias escaleras de piedra recordé otro tipo de silencio.

Muchos años después de esas caminatas, cuando ya Otilia andaba por los 90 años y sometida a una cama, una tarde fui a visitarla y se quedó dormida. A la derecha de su cama había una gran ventana. Era verano y ese día pude ver cómo el atardecer avanzaba sobre sus arrugas. Pasaron tres horas.

Al despertarse me miró. Tardó un segundo en reconocerme y solo atinó a preguntarme la hora. Son las seis, abuela. Se sorprendió y abrió un poco más los ojos: “¡Tan tarde!”, dijo. Y casi de inmediato añadió: “Perdona por el silencio”. Y pasa que hay días en que extraño esos silencios. Los de la ciudad, y los tuyos, abuela. Hoy fue uno de ellos.

Publicado en El Comercio: 30/5/2012 
Foto: http: www.skyscrapercity.com

miércoles, 24 de octubre de 2012

“DE TÚNELES, AVANCES Y RETROCESOS”


En Ate se está construyendo el mayor centro comercial para Lima Este: el Real Plaza, del grupo Interbank, tendrá todo lo que cualquier comprador puede esperar: restaurantes, cines, tiendas por departamento y, seguramente, escaleras mecánicas, suelos brillantes, y trabajadores sonrientes. Es una gran noticia para quienes viven en la zona. 

Y como para acelerar el proceso, el mismo Interbank le dio un préstamo de 19 millones de soles al alcalde de Ate para que todos los caminos lleguen a Roma. Es decir, al ‘mall’. Esto no tendría nada de cuestionable, sino todo el reconocimiento, si no fuera por cómo procedemos cuando encontramos “los obstáculos de la historia”.

De un lado del cerro estará el centro comercial (porque hay un cerro de por medio). Del otro está Puruchuco, el mayor centro administrativo inca, un entorno arqueológico de unos 2.000 años de antigüedad. Aquí, los que cuidan, protegen e investigan el lugar para que nosotros y nuestros hijos podamos gozar y aprender del pasado viven estos días con temor. Les han dicho que para unir la Av. Javier Prado con el centro comercial ya no se harán los túneles subterráneos, como se había prometido, sino que atravesarán el cerro.

Esto permitirá un acceso directo al Real Plaza desde ese lado. Y es en este punto donde cuesta entender. En Lima, con toda la riqueza arqueológica que tenemos, solo hay dos lugares, dos, que nos presentan un importante desafío, y una oportunidad, para demostrar qué clase de sociedad somos y hacia dónde avanzamos. Esos lugares son Puruchuco y la huaca San Marcos. A ambas en algún momento se ha intentado cortarlas “para avanzar”.

Pensar que esta es una manera de crecer solo puede ser producto de la ignorancia más peligrosa, o de un desprecio por nuestro legado, que merece toda censura. Alguna vez me han dicho: “Es que es gente que no se siente para nada vinculada con eso”. Pero en México, para citar un ejemplo reciente, Carlos Slim no tenía ni de indio ni de español. Hijo de libaneses, se sintió profundamente identificado con esa herencia, y fue el promotor de la conservación y la recuperación, tanto arqueológica como colonial de ese centro histórico.

Es más, hace unos meses iba en taxi en Santiago de Chile. De pronto, apareció un túnel y lo atravesamos. Al salir volteé para mirar qué había encima. Y vi el parque Santa Lucía, de unos 130 años de antigüedad. ¿Y nosotros? Cuando algunas voces bastante serias me dijeron que la razón para proceder así en Puruchuco era porque había presión del centro comercial, se los pregunté directamente.

La respuesta de los representantes de Interbank y el Real Plaza fue desoladora. A mi extensa batería de preguntas, que incluía su posición sobre el patrimonio, respondieron con un lacónico “el proyecto cumplirá y estará en línea con los permisos competentes”. No sé qué opinen ustedes, pero yo creo que no solo nos merecemos mejores respuestas. Nos merecemos mejores ejemplos. Después de todo, ¿no era que hay otros valores más allá del dinero?

Publicado: 23/5/2012 
Foto: Puruchuco.org

viernes, 19 de octubre de 2012

"LIMA AL DIVÁN O AL CALABOZO"


Hace unos días los resultados de una encuesta regional nos ponía en último lugar en la categoría de “país que menos cumple las leyes”. Cerca de un 90% de peruanos piensa que esa es la realidad, y no se equivoca. Leer eso me causó una extraña risa. No debería reírme, pero me reí. Creo que es el recurso del que no puede hacer nada.

Y días después, el politólogo estadounidense, Steven Levitsky, nos describía como uno de “los estados más disfuncionales de América Latina”. Y ya, por alguna razón, eso no me pareció chistoso. ¿Cómo reírte con un pronóstico tan reservado? En el caso de cualquier paciente enfermo la idea sería encontrar el remedio. Pero ¿dónde está el nuestro? Cada uno tiene su teoría.

Cuando hablé de la encuesta regional en Facebook, varios comentaron. Una amiga periodista se refirió a nuestro lenguaje, diciendo que el tema lo tenemos tan internalizado que incluso separamos por categorías. “El pendejo”, escribió, es el vivo, el que le saca la vuelta a todo. Y el “criollazo” es más que pendejo. Y en ningún caso hay una valoración negativa. Admiramos al que sabe sacarle la vuelta a la norma, y como que esos pequeños triunfos nos convierten en constantes davides ganándole al Goliat-estado…

Alguien más habló de educación. Es verdad, en toda discusión casi siempre se concluye lo mismo: nos faltan toneladas de eso. Sí y no. Para mí, el problema de nuestra esquizofrénica ciudadanía no es por nuestra falta de educación. El problema no somos nosotros, educados o no. Es un problema de autoridad. O de la falta de esta.

En esa misma conversación virtual hablé de los peruanos en el extranjero: toditos se portan bien. O la mayoría. Ahí no hay pendejo ni criollazo. Ahí todos nos portamos bien. Lo sé porque fui un migrante más durante muchos años y veía el comportamiento de mis compatriotas. Verlos manejar bien, pagar sus impuestos, ser solidarios con el vecino, era ejemplar. Lo que pasa es que allá a la autoridad no le importa qué grado de educación tenga yo. Lo único que le importa es que cumpla sus leyes. Y se encarga de decirme, por todos los medios posibles, que esa es la regla principal que tengo que aprender.

Y las empresas, ni qué decir. Este fin de semana leí que una de las mayores empresas inmobiliarias, Imagina, había estado tomando ilegalmente el agua para un proyecto. Agua que, según Sedapal, hubiera beneficiado a 5mil familias. La empresa ha sido multada. Por lo menos ahí hay un resquicio de autoridad.

¿Y el Estado? En la misma cola. Una de sus obligaciones, por ejemplo, es proteger nuestro patrimonio y cada día empresas como Imagina se traen abajo alguna joya de la arquitectura sin que nadie a ese nivel haga nada. Todos se hacen de la vista gorda porque creen que esa es su manera de apoyar el desarrollo. Vaya desarrollo. Lima está de psiquiatra. Pero, ¿qué hacemos? ¿Le damos diván o calabozo?

Publicado en El Comercio: 16/5/2012
Foto: APIC-Cataluña 

jueves, 18 de octubre de 2012

"ALERTA: LA CIUDAD SE DESPIERTA"



Confieso que muchas veces, y a propósito, caigo en el mismo cliché: la indiferencia del limeño es criminal. El mismo Alexander von Humboldt ya había hecho ese comentario cuando nos visitó hace 200 años. Pero estos días surgieron dos iniciativas que, aunque sea por un rato, nos devuelven el espíritu optimista.

Una de ellas vino de un conocido limeñófilo en las redes, David Pino, quien acaba de lanzar su más reciente iniciativa a través de Facebook: Alerta: Patrimonio de Lima. Este activista urbano se hizo conocido por su página de Lima la Única, una de las más populares en ese medio, y a través del tiempo he visto cómo un esfuerzo que al principio se veía meramente nostálgico, ha empezado a tomar forma.

La primera actividad la realizaron este sábado: una foto-protesta frente al antiguo local de Satchmo, en la Av. La Paz, en Miraflores. Consistió justamente en eso: tomarse fotos ante la casona por caer. Esta es uno de los últimos vestigios de una singular urbanización que creció aquí en los años 20 del siglo anterior.

¿Su objetivo? Llamar la atención sobre un distrito que está siendo arrasado sin que las autoridades hagan o digan mucho por proteger lo que queda. Pero punto a favor para los vecinos que ejercen su derecho a ser escuchados. La otra iniciativa tiene que ver con el diálogo. Hoy se trata de las casonas. Antes fue el serenazgo. Aun antes, el recojo de basura o muchos temas. Y la situación es la misma: silencio.

¿Qué pasa entonces con la transparencia, la democracia, la gestión de ciudadanía? ¿Quedan en suspenso mientras los trabajos continúan? Con esta preocupación en mente, hace 10 años se inició en Lima uno de los procesos cívicos más significativos lanzados desde un medio de comunicación: las audiencias vecinales.

Su creador fue el actual director de este Diario, Francisco Miró Quesada, y su preocupación es tan vigente hoy como lo fue en su momento: ¿cómo podemos hablar de democracia sin participación ciudadana?

Lo cierto es que a lo largo de esta década, unos 60 mil vecinos han dejado escuchar su voz ante sus autoridades, y el resultado de este trabajo acaba de salir en forma de libro. “Los desafíos de Lima Metropolitana”, escrito por Carmen Rosa Balbi y Manuel Ernesto Bernales, es un recuento sistematizado de esta experiencia, y su lectura debería ser material obligado para funcionarios municipales.

Este ejercicio fue diseñado justamente para que las autoridades escuchen. Leerlo es entender Lima desde la voz de los que no son indiferentes. Leerlo es entender una ciudad que resulta difícil para muchos. Muchos de los testimonios recogidos son conmovedores, pero al mismo tiempo son una indignante muestra de la gran distancia entre el ciudadano y quienes asumen la obligación de trabajar por y para ellos.

Nos falta profesionalización en las personas que asumen esta responsabilidad. Y nos faltan otras cosas. Pero hablábamos de un rato de optimismo. Digamos, pues, que falta sobre todo algo sencillo: un poco de cariño por lo nuestro.

Publicado en El Comercio: 9/5/12 
Foto: EC

viernes, 28 de septiembre de 2012

“LA CIUDAD HISTÓRICA Y LA CIUDAD ANÓNIMA”


Hace unos días estuvo en Lima don Manuel Ramos Medina, director del Centro de estudios históricos de México-Carso, y uno de los asesores del proceso de recuperación urbana del Distrito Federal. Era inevitable comparar nuestras ciudades.

Pero no voy a hablar del Centro Histórico. Eso lo publicaremos estos días en la entrevista que le hice. Con él también hablamos de la presión inmobiliaria y cómo eso había afectado a los distintos barrios de su ciudad. Lo cierto es que en todo sitio los empresarios siempre van a actuar de la misma manera: quieren todo para ellos, cueste lo que cueste.

La diferencia es que en otros lugares tienen un freno: la autoridad municipal. Y un fiscalizador: el ciudadano. En México no fue diferente. Ahí también se destruyó mucho –me dijo Ramos–, pero con el tiempo evolucionó la visión sobre patrimonio (la herencia de los ancestros para pasarla a generaciones futuras) y hoy es muy difícil traerse abajo edificaciones que incluso no tienen ni 100 años.

Y he aquí otro elemento que me ronda la cabeza. Sospecho que cuando hablamos de protección, algunos leen ‘colonial’, o limitado al Centro Histórico, o a lo que tenga sentido solo si sirve para el turismo internacional. Desde esta perspectiva, todo lo que son edificios del siglo XX están ahí para traerse abajo.

Casi como un regalo del tiempo a las inmobiliarias: les separaron ese terreno a la espera de que llegara el siglo XXI para derrumbarlas. Desde esta perspectiva, también, el ciudadano no existe o no vale la pena. Pero fíjense que la mayor parte de los grandes centros del turismo mundial son las bellas ciudades europeas. Son bellas porque hubo dinero para embellecerlas, es cierto.

Pero también por decisión de su gente y sus autoridades. Y lo son no solo para el turista sino, en particular, para la gente que vive ahí. Pero con el panorama que vivimos en Lima, ¿qué tipo de ciudadano es el que se forja cuando lo obligan a ser testigo de la destrucción de su memoria, de su pasado, de su identidad?

Miraflores, que era un distrito que enorgullecía a muchos por su estilo, ha sido tomado por una arquitectura anodina y barata que nunca podrá reemplazar la dignidad de un rancho, la elegancia de una casona o la presencia que, por ejemplo, tuvo la antigua urbanización Leuro. Y no solo es Miraflores.

Abundan, o abundaban, ejemplos de exquisita arquitectura de la primera mitad del siglo XX en distritos como Lince, Breña o Jesús María. ¿Vivir en el pasado? No lo creo. En casi todas las ciudades con algo importante que cuidar se ha respondido a la presión empresarial con reglas claras.

Y eso no es estar en contra del desarrollo. Eso es saber crecer. De repente va llegando la hora de que aquí, como pasó en México y en otras ciudades del continente, empecemos a revisar las reglas de juego. No vaya a ser que despertemos mañana y no sepamos si estamos en Phoenix, Pyongyang o Panamá. Aunque esta última, la podría considerar.

Publicado en El Comercio: 2/5/12
Foto:Tecnológico de Monterrey

viernes, 17 de agosto de 2012

"¿CULTURA SIN PATRIMONIO?"


Los organizadores tuvieron la generosidad de invitarme a moderar una mesa, aún después de la crítica que les hice en mi columna de los miércoles en El Comercio. Aunque más que una invitación, me hubiera gustado darme cuenta que el comentario tuvo algún impacto.  Pero no fue así. Más allá del gesto, no creo que pasó mucho.

En esa columna había cuestionado lo que para mí era el excesivo énfasis de este evento en cultura viva y las artes. Al escribirla, en el programa no había nada vinculado a patrimonio edificado (léase: huacas, casonas y edificios contemporáneos), lo cual me pareció una ausencia bastante sorprendente en un país como el nuestro.

Para empezar, al alejarse del debate sobre la situación de patrimonio edificado ellos mismos se estaban cerrando una enorme fuente de posibilidades. Yo no creo, por ejemplo, que los sitios arqueológicos tienen que estar gestionados siempre, o solo, por arqueólogos. No creo que los sitios históricos tienen que estar siempre, o solo, gestionados por historiadores. Para qué si no existe esta nueva profesión.

En Lima tenemos el lujo y la tragegia de vivir en una de las ciudades más ricas del mundo en cuanto a patrimonio edificado. Dónde tienes muestras de arquitectura que cubran un periodo de 4.000 años. Es verdad, casi todo está en mal estado, pero es ahí donde nos toca intervenir.

Para mí, los gestores culturales tendrían que ser los principales aliados, deberían ser los que están en la primera línea de lucha en la recuperación de estos bienes, que nos pertenecen a todos. Este es un campo nuevo que les toca a ellos reclamar.

Y ¿por qué los organizadores del evento no entendieron? Al titular esta mesa: "De la gestión pública a la responsabilidad ciudadana: poniendo en valor el patrimonio", entendí que su visión era otra. Que se desvinculaban de esta tarea, cuando yo entiendo que son ellos los que tienen que convertirse en puentes entre ciudadanía y autoridades.

Yo la habría titulado: "RECUPERACIÓN Y GESTIÓN DE PATRIMONIO: UN NUEVO CAMPO PARA LA GESTIÓN CULTURAL". Pero ¿por qué este énfasis casi enfermizo en las huacas y casonas?

Primero, porque no tienen voz. Y sin embargo, tienen tanto por decir.

Porque estas estructuras nos conectan de manera directa con el pasado.  Un pasado rico y creativo, que es fuente de fortaleza cultural e identidad en cualquier país.

Porque nos dan continuidad.  Pero además, porque las huacas constituyen tal vez el único legado que tenemos que nos conectan con una continuidad milenaria.

Porque ofrecen oportunidades de desarrollo y necesitan nuestra voz para recuperar vida.

Y porque es ahora, cuando la situación es crítica, que debemos juntar esfuerzos para salvar lo que tenemos. 

Dada la brevedad del tiempo no tuvimos mucho tiempo para dialogar con los asistentes. Yo le hice esta invitación a considerar esta visión a los jóvenes gestores culturales. Me hubiera gustado mucho escuchar su opinión.  La invitación queda abierta...

martes, 14 de agosto de 2012

"POR DÓNDE ANDAMOS"


No cabe duda que siempre es bueno parar y revisar lo avanzado. Siempre surge nueva información, o la que manejas la puedes ver desde otros ángulos. Eso me viene pasando mientras preparo el material que voy a presentar en la conferencia del MALI sobre la cultura Lima.  En mi caso, será para hablar de la campaña.

Uno de los puntos tiene que ver con el momento en que la campaña toma forma: ¿dónde empezar? Después de todo, en Lima hay evidencia de ocupación humana desde hace 12.000 años.  Pero esto no era único.  En muchos otros lugares del planeta uno puede encontrar información similar.  Había que buscar el elemento diferenciador.

Este elemento nos lo dio conocer la primera arquitectura monumental con la que todavía cuenta la ciudad: la huaca Paraíso, en el distrito de San Martín de Porres, con unos 4.000 años de antiguedad.  Eso nos dio un horizonte pero no nos ayudaba mucho para enmarcar una propuesta.  Básicamente, porque los templos de esa época fueron abandonados en algún momento y hay distintos puntos de vista sobre si tuvieron una propuesta urbana o no.

Si queríamos presentar la idea de una "ciudad milenaria", teníamos que encontrar ese momento en el que: 1- nadie dude de que se trataba efectivamente de una trazo urbano y 2- que tuviera continuidad en el uso del territorio hasta el día de hoy.

Es así que todo nos lleva a Maranga, corazón, centro, lugar de origen de esa ciudad primigenia. Que para suerte nuestra, había sobrevivido en buena parte gracias al Parque de las Leyendas.  Una vez teniendo las bases definidas, fue relativamente sencillo articular la campaña.

De lo avanzado hasta ahora lo más significativo ha sido haber conseguido nuestro primer objetivo: que la Municipalidad de Lima declare oficialmente a Lima como Ciudad Milenaria y Ciudad de Culturas.  De hecho la imagen que ilustra esta página es el logo que ha desarrollado la Subgerencia de Cultura para su propio programa. Aunque aún falta la Ordenanza prometida.

Por ahora, El Comercio continúa la campaña difundiendo información de lo que ha sido el desarrollo prehispánico de la ciudad.  Y la Municipalidad, por su parte, se ha enfocado en cultura viva, como un reflejo contemporáneo de ese lugar milenario y diverso que nos ha dado forma.

Uno de los temas pendientes por ahora es el poder llevar esta información, que nos pertenece a todos,  a los nueve millones de habitantes.

jueves, 26 de julio de 2012

“NOTAS PARA UN ATERRIZAJE BLANDO”



Empiezo a escribir esta columna en el aire. Pienso en las ciudades que acabo de visitar, que me dieron algunas ideas para reflexionar. Y pienso en la que es mi destino final: Lima.

Al revisar mis notas lo primero que veo es la cantidad de veces que repito las palabras “autoridad” y “ciudadano”. Las escribo en distintos contextos: porque los edificios nuevos respetan las alturas; porque se incorporó una casa antigua a la hora de modernizar la calle; porque nadie toca el claxon, etc.

Es una autoridad en el mejor sentido de la palabra. Una autoridad que fluye dentro de la vida de la ciudad para hacerla mejor, para darle calidad de vida, para hacerla más fácil de vivir, para embellecerla. Son lugares donde el ciudadano es la razón de muchas de las decisiones que se toman.

Y junto al ciudadano y la autoridad están los edificios, que dicen tanto sobre el espacio donde se encuentran. Londres y Ámsterdam son lugares donde la arquitectura moderna convive de buena manera con la antigua.

Al caminar por sus calles, más que sentirse violentado por la presencia de algo nuevo, uno siente que ninguna construcción está fuera de lugar. Cada edificio nuevo parece decir algo. Cada uno tiene personalidad propia, y es tan refrescante ver esta actitud.

Una tarde andaba absorto en todo esto cuando recordé esta frase de Borges: “No hables a menos que puedas mejorar el silencio”. Y eso es lo que estos edificios me transmitían: que cada uno fue levantado para mejorar lo anterior…

Es inevitable en este punto pensar en Lima. Aquí, por alguna extraña y perversa razón, se cree que para avanzar hay que destruir. Y lo que es peor, más allá de grupos de ciudadanos preocupados, no hay autoridad lo suficientemente firme como para proteger lo que nos queda.

El caso más reciente es el de la casona de la Av. La Paz, en Miraflores, donde funcionaba el club de jazz Satchmo. Esta casa es una de las últimas sobrevivientes de un estilo que le dio personalidad al distrito. Está a la venta y hay grupos de ciudadanos que creen que hay que salvarla.

¿Qué hace la autoridad? La autoridad se lava las manos. La Municipalidad de Miraflores dice que no puede hacer nada. La de Lima, tampoco. El Ministerio de Cultura, menos. Con esta actitud, ¿cómo se puede esperar que los ciudadanos nos portemos como tales?

¿Cómo se puede crear ciudadanía si la misma esencia de lo que constituye esta, su patrimonio, es abandonada por las autoridades que deberían salvaguardarla?

Esto me recordó una entrevista que le hice el año pasado a la alcaldesa de Montevideo, Ana Olivares, cuando hablábamos sobre unas casas del barrio de Pocitos que no tenían ni 100 años, pero que se las protege con uñas y dientes. “¿Por qué?”, le pregunté.

"Sencillamente –me dijo– porque nos recuerdan un momento en la vida de la ciudad”. Sin más razón que esa. Qué lujo. Y qué manera de aterrizar.

Publicado en El Comercio: 25/4/12 
Foto: Patrimonio de Miraflores

POSTDATA: En julio de este año, tres meses después de publicada esta nota, la municipalidad de Miraflores emitió una ordenanza que busca proteger las casonas históricas del distrito, creando un bono económico para los propietarios.  
 

martes, 24 de julio de 2012

“UNA NUEVA MARCA PARA UNA VIEJA CIUDAD”


Si uno mira una postal de Ámsterdam casi siempre tendrá lo mismo: uno de esos románticos canales, una elegante casona del siglo XVII o un deslumbrante cuadro de pintura holandesa.

En lo que no había reparado es en cómo estas imágenes pueden transmitir mucho más, y convertirse en las bases para una marca ciudad. Esto lo empecé a entender el jueves pasado.

Ese día, casi por casualidad, entré al Museo de Historia de Ámsterdam y aquí los curadores de la muestra “El ADN de la ciudad”, representan cuatro valores que, según ellos, han definido a esta urbe a lo largo del tiempo, y que es donde reside su fortaleza.

Estos son: su espíritu emprendedor (que podríamos decir está representado por sus canales), su creatividad (su pintura), su espíritu cívico (la ciudad) y su libertad de pensamiento (piense en las otras razones que hacen famosa a esta ciudad).

En el documento que se produjo para la campaña se mencionan las dos razones por las que las autoridades decidieron que era hora de una marca ciudad: hacia fines de los años 90, Ámsterdam había venido bajando en cantidades de turistas, de empresas que se establecen aquí, y en su selección como sede de eventos internacionales.

Y la otra razón era la fuerte competencia que empezó a venir de ciudades de la otrora Europa del Este, tras los procesos de recuperación urbana a los que fueron sometidas después de 1989, y que las hizo más atractivas para el mercado y los turistas.

Es así que en el 2004 lanzaron el lema “I AMsterdam”, una variante del “I love New York” de hace unas décadas. El objetivo final, como suele ser con campañas de este tipo, es atraer más turistas, más inversiones y más empresas, revitalizando el espacio y sus habitantes.

Según datos de la oficina de censos, el turismo aumentó en un 22% desde el 2005, y en el año 2010, en plena contracción económica global, la ciudad recibió 1 millón 200 mil turistas más que el año anterior.

Obviamente, todo esto me llevó a pensar en cómo sería una marca ciudad para Lima. Más allá de los importantes temas de infraestructura, que la hace no solo única y diferenciable, sino competitiva, en el contexto de ciudades latinoamericanas ¿podemos, o debemos, competir?

Quizás una ciudad como Ámsterdam haya empezado con ventaja cuando se metió en su campaña; pero si nosotros no hacemos algo ahora, cuándo lo haremos. Algo de esto hemos desarrollado desde la campaña Lima Milenaria, enfatizando en el valor único que nos dan los 4 mil años de arquitectura monumental en nuestra ciudad.

Que los limeños empecemos a darnos cuenta de las tremendas fortalezas que yacen bajo la ciudad antigua, que nos dan sentido hoy y nos permiten proyectarnos al futuro, ya será un gran avance en sí mismo. Y quién sabe, un día no muy lejano, un turista verá una postal de Lima y reconocerá, de inmediato, una ciudad que vale la pena.

Publicado en El Comercio: 18/4/12 
Foto de: rojotirandoanegro.blogspot.es

viernes, 20 de julio de 2012

“UNA CRUZ QUE MARCÓ LA DIFERENCIA”


Frente al lugar donde me hospedo, en la aldea de Stourton, en Inglaterra, se levanta una hermosa cruz medieval. Estas cruces eran monumentos de forma cónica, de 4 a 5 metros de alto y esculpidos en mármol, generalmente con imágenes religiosas, que fueron levantados en el pasado para recordar momentos específicos.

En la placa se lee que fue construida en 1373 y la razón por la que ahora está emplazada en este lugar: los vecinos y comerciantes de Bristol, la ciudad donde originalmente se levantó, no la querían ahí. La veían como un estorbo para el crecimiento de la ciudad. Un problema de siempre.

Eventualmente, esta pieza la compró el banquero Henry Hoare, en 1765, para colocarla en los jardines de su propiedad campestre, donde todavía se encuentra, para el disfrute de todos. En esa época, todo esfuerzo de protección quedaba en manos de filántropos o el buen gusto o el capricho de alguna gente rica. Y durante mucho tiempo este tema se veía así: como la preocupación de una minoría. Hasta que esa visión cambió.

En este país, por ejemplo, hoy existe una organización como English Heritage, que ve el tema de conservación del legado histórico, ya no en términos del gusto de una minoría, sino como una prioridad del país.

En su página web, esta comisión de edificios históricos y monumentos sostiene que en los últimos 30 años, todo lo concerniente a mantener viva la memoria del pasado pasó a integrarse en los planes de la economía británica, considerando su patrimonio como un importante recurso nacional.

Y esto sucede en un contexto empresarial e inmobiliario similar al que los limeños conocemos bien: la creencia de algunos de que para avanzar hay que destruir. Solo que en Londres esta tensión es más fuerte, ya que hay mucho más dinero en juego. Y, sin embargo, con todas sus reglas y limitaciones en cuanto a temas de patrimonio, quien diría que Londres es una ciudad que está en contra del desarrollo.

Curiosamente, aunque puede haber muchos temas que nos diferencian, tanto los británicos como nosotros somos pueblos orgullosos de nuestra historia y de nuestro legado. Solo que ellos nos llevan una clara ventaja en cómo lidiar con ello e incorporarlos en la vida del país.

“Inglaterra es un país histórico. Nuestra historia está alrededor de nosotros y debajo de nuestros pies. Es el escenario de nuestra vida diaria y le da variedad, carácter y calidad a los lugares donde vivimos y trabajamos”, dice su página web.

Es una cuestión de visión, de voluntad política y de reglas claras. Algunos dirán que los ingleses se pueden dar ese lujo porque son un país rico. Posiblemente sea así. Pero para poner en marcha muchas de estas ideas no se necesitan enormes presupuestos, sino voluntad.

Entonces, la pregunta es qué nos hace falta a nosotros. Por ahora, siempre que puedo, repito esta frase que leí en algún lugar: que mientras el patrimonio en los países ricos es una fuente de ingresos, en los países pobres es una fuente de problemas. ¿Cuándo nos daremos cuenta?

Publicado en El Comercio: 11/4/12
Foto: Stourton, con la cruz-torre a la izquierda. J. Lizarzaburu

martes, 17 de julio de 2012

"NUEVE MILLONES DE ISLAS"


Estoy en Londres, un lugar que además de gustarme mucho es uno al que tengo bastante que agradecerle. Aquí pasé 21 años de mi vida y es la ciudad donde aprendí las nociones básicas de lo que significa ser ciudadano. Y como suele ser con la mejor pedagogía, aprendí observando.

Era una mañana de intenso tráfico, en los primeros meses de haber llegado a la ciudad, y estaba en el auto con mi amigo escocés Bill Hendry cuando nos acercamos a un cruce vehicular. Estando cerca de la esquina mi ansiedad limeña me hizo gritarle: “¡Métete!”.

Bill solo atinó a voltear y mirarme con compasión mientras dejaba pasar al auto que cruzaba al frente. Cuando le pregunté por qué lo hacía, me respondió filosóficamente: "es el tejido social".

Con el tiempo fui entendiendo varias cosas. Ahí había más que cortesía. Había un orden que se iba armando cada día. Un orden invisible, pero siempre presente. Después hice un zoom mental a ese tejido social y vi el mismo orden que se armaba en la calle. Que la fortaleza de ese tejido estaba dada por cuán sólidas eran todas las hebras.

Y, curiosamente, no siempre había sido así. Nada más leer a Charles Dickens, cuyo bicentenario se celebra este año, para comprobarlo. Este gran crítico del orden social de la época retrató un Londres de gran pobreza, explotación infantil y divisiones sociales.

En la primera mitad del siglo XIX, cuando publicó “Oliver Twist”, su trabajo empezó a tener repercusiones. Ese retrato de la explotación infantil llevó a las autoridades a destruir las barracas de Bermondsey, al sur del río Támesis y hoy una de las zonas más caras de Londres.

Esta también es la época cuando surge el transporte masivo, y hay crónicas que relatan el desorden, el griterío, la aglomeración para tomar el bus. Tomó varios años conseguirlo, pero tras instaurar un sistema de multas a los peatones hoy todos ellos llevan en su ADN el beneficio de respetar una cola.

Quizá uno de los cambios más significativos que se dieron en estos 150 años fue el de avanzar hacia una sociedad más igualitaria. Londres hoy tiene problemas como cualquier ciudad de su tamaño, y sigue siendo una sociedad con problemas de racismo. Sin embargo, casi nadie diría que eso rige la vida en sociedad. O que la ciudad no funciona.

A lo que voy es que es fácil decir que Lima no puede cambiar. Pero una ciudad que avanza debe apuntar, siempre, hacia la igualdad de sus ciudadanos. La experiencia de otros lo demuestra. En Londres, en algún momento buscaron eso, yendo contra los privilegios de clase. Y esto no significó ni el fin de la ciudad ni el fin de los aristócratas que defendían esos privilegios.

Al bajar las barreras de las divisiones y buscar un trato más igualitario para todos, no solo ganó la ciudad. Ganaron los ciudadanos. Y aunque muchos critican a los británicos por ser muy insulares, en lo que corresponde al funcionamiento de su ciudad, ahí la tela es muy sólida.

En Lima, por el contrario, todos vivimos en nuestra isla personal. Somos nueve millones de islas. Así no hay tela que aguante ni ciudad que lo soporte.

Versión editada de lo publicado en El Comercio: 4/4/12 

martes, 10 de julio de 2012

"EN TIERRA DE SATURNO, TODOS TENEMOS HAMBRE"

Cómo somos los limeños. Apenas me enteré de que Gastón Acurio parecía estar detrás de un despropósito en la casa Moreyra, en San Isidro, lo primero que hice fue tomar la calle de la queja. ¡Hasta cuándo!, dije, y no paré.

Incluso se me vino a la cabeza la imagen del terrible Saturno de Goya comiéndose a sus hijos. Después entendí la libre asociación que había hecho. La ciudad nos devora, pero nosotros devoramos a la ciudad también. Lima es la ciudad de los Saturnos, donde para avanzar destruye, arrasa, extingue.

En fin, que me encontraba en ese estado de ánimo, hasta que empecé a averiguar más, como para poner las cosas en perspectiva.

Hablando con el Ministerio de Cultura, me aseguraron que la casona no estaba en peligro. Es cierto, se había aprobado la resolución para traer abajo el muro, sencillamente, porque el muro no era patrimonio. Recién fue levantado hace unos 15 años.

OK, ¿pero el entorno? San Isidro dijo que Cultura tiene la respuesta, y ahora Cultura dice que San Isidro tiene que pronunciarse sobre aspectos de estilo: si el edificio moderno que se pretende levantar en el perímetro de la casona no altera de manera dramática la integridad estilística de la zona.

Quien sí se pronunció de inmediato fue Gastón mismo. Su sueño, me dijo, es levantar en la parte externa de la casa uno de los diez restaurantes más reconocidos del mundo (no mencionó Michelin, pero está bien, la guía francesa todavía no incluye latinoamericanos en su lista).

Parte de la idea, inspirada en los mejores edificios que ha visto alrededor del mundo, en un contexto similar, es añadir valor contemporáneo a una pieza histórica. Y para conseguir su sueño está dispuesto a no ser limeño. Es decir, asegura que para tener este restaurante no quiere destruir sino aportar.

De pronto, me acordé del caso de la semana pasada cuando escribí del exceso de entusiasmo de una empresa en La Molina, que quería rodear la huaca Melgarejo de restaurantes, gimnasios y galerías, y el daño que se puede hacer sin querer o sin saber.

Para Gastón, tres pilares importantes de su proyecto son: poner en valor la Casa Moreyra; establecer puentes con el vecindario para que ellos también gocen del bien histórico; y contribuir al prestigio de la zona. “Cualquier aspecto que atente contra la estética de la zona yel valor histórico de la propiedad lo vamos a modificar”, me dijo. Y para eso cuenta con los mejores arquitectos.

Es así que tras el susto devorador de la primera noticia, me siento satisfecho con su respuesta. Le creo. Pero, ¿qué me queda de este asunto? Que hay una creciente preocupación por nuestro patrimonio.

Que cada vez estamos menos dispuestos a que nos sigan destruyendo la ciudad. Y que aquí, para bien o para mal, esto queda en manos de los alcaldes distritales. Por eso necesitamos municipios serios, profesionales, que trabajen para la ciudad y sus ciudadanos. La ciudad, sin duda, sabrá reconocérselos. Y un día, quién sabe, dejaremos de ser como Saturno.

Publicado en El Comercio: 28/3/12 
Foto: Diana Catalina Arbeláez, en Flickr

martes, 3 de julio de 2012

"LA CIUDAD QUE INVENTAMOS CADA DÍA"



La cuadra 2 del jirón Domingo Orué, en Miraflores, es un espacio que, a simple vista, los arquitectos nunca tomaron en cuenta. 

Durante mucho tiempo la indiferencia de sus edificios le dio un aspecto ajeno y desolador. Hasta que sus vecinos no aguantaron más. En los últimos tres años la calle empezó a cambiar.

Primero fueron unos artefactos de color que aparecieron sobre los muros; después unas jardineras con geranios y buganvilias; más adelante unas bancas de madera bajo arcos florales. Con el tiempo se sumaron otras calles y, poco a poco, en esa parte de la ciudad se gestó lo que hoy llaman el ‘museo de los vecinos’: siete calles a la redonda dedicadas a la transformación urbana.

No estoy seguro de que el resultado me guste, pero eso no cuenta. Lo importante aquí es la construcción de lo que el mismo artista que impulsó el cambio, el argentino Arnaldo Molinari, llama ‘calles de luz y de paz’. Espacios para ser felices (en la ciudad).

Y así como este entusiasmo vecinal está buscando recuperar la calle como espacio público, un exceso de entusiasmo puede ser resbaloso. Si no, veamos el caso de La Molina. Este domingo se anunció que una empresa privada, segura-mente con muy buena intención pero con muy poco conocimiento, está dispuesta a poner en valor la huaca Melgarejo.

Melgarejo es el sitio arqueo-lógico más importante de ese distrito, y la empresa en cuestión propone recuperarla a cambio de levantar en el perímetro circundante una serie de restaurantes, un gimnasio, auditorio, juegos infantiles y, debajo de la estructura milenaria, un estacionamiento para más de 300 autos.

Es cierto que en Lima hacen falta instalaciones de ese tipo, pero ¿es esa la manera de proceder? “Es como si alguien quisiera hacerle mejoras al Olivar de San Isidro a cambio de instalar restaurantes y tiendas alrededor”, me dijo un amigo arqueólogo con quien consulté el tema. Yo pensé en Pucllana, con un estacionamiento por debajo. Inaudito.

Pero más allá de gustos personales, el proyecto sería inviable por una sencilla razón: ese perímetro no solo es terreno público sino intangible. Forma parte del entorno arqueológico y por ley está protegido. Otro argumento de peso es que en todo plan de recuperación lo que debe primar es lo histórico, lo social y lo cultural, por encima de lo comercial.

En este caso, levantar restaurantes y galerías alrededor de la huaca no solo le quitaría perspectiva y presencia, tan necesario para apreciar un monumento. Le restaría dignidad y lo convertiría en accesorio de lo comercial. Por eso es también una cuestión de visión.

“La arquitectura apunta a la eternidad”, dijo el británico Christopher Wren, arquitecto de la catedral de San Pablo en Londres. Para los vecinos de la calle Domingo Orué, quien dicho sea de paso fue alcalde de Lima, esto no es un problema. Ahí, ese lugar que la arquitectura abandonó solo puede ser mejorado. En Melgarejo, la tarea es otra.

Publicado en El Comercio: 21/3/12
Foto: www.porlascallesdelima.com

viernes, 22 de junio de 2012

"DE HERENCIAS Y OTROS TRAJINES"


Cosa curiosa lo de esta mañana, pero salí al balcón en busca de inspiración y ahí mismo, de golpe, surgieron tres imágenes que armaron mi argumento para esta columna: la huaca, los obreros y el cartel. 

A la derecha estaba la huaca Pucllana que, tal como va avanzando su recuperación, es como ver a una hija que cada día que crece se pone más guapa. En el terreno anexo, un grupo de trabajadores desayunaba alrededor de una mesa, bajo un techo de esteras, antes de continuar con sus labores. Y directamente al frente tenía el enorme cartel del edificio que en breve empezarán a construir, con el nombre de edificio Pucllana. Debajo, como un beneficio adicional, dice “con vista a la huaca”.

Y, así, en tres rápidas imágenes volví a entender el concepto de patrimonio. O mejor aún, para qué sirve hoy.

El origen de la palabra ‘patrimonio’ tiene toda la calidez y la familiaridad que ella misma no posee: son los bienes que recibes de tus padres, de tus abuelos, de tus ancestros. Y en Lima recién ahora empezamos a reconocer que tuvimos muchos abuelos que nos dejaron una herencia considerable.

Podría decirse que todo empezó a cambiar un día, hace 30 años, cuando una arqueóloga, Isabel Flores, se paró frente a ese cerro abandonado, foco de conflicto social, y en lo que era una de las zonas más deprimidas de Miraflores, y dijo: ‘aquí hay algo que nos pertenece’, y empezó a excavar.Y lo que sucedió fue que empezó a transformar no solo el cerro sino el barrio, la ciudad y a nosotros mismos.

Pucllana hoy en día da trabajo a unas 45 personas, la zona se ha revalorizado, las propiedades se han transformado, y qué limeño no siente orgullo de ese lugar. Es algo que bien se puede imitar en otras partes de la capital. Por eso sentí un marcado optimismo este lunes.

Ese día fui invitado al primer taller de gestión del patrimonio arqueológico, convocado por la Municipalidad de Lima. Ahí estaban casi todos los representantes de cultura de los 43 distritos capitalinos. Algo inédito.

El evento había sido organizado con ocasión de la declaración de Lima como Ciudad Milenaria, Ciudad de Culturas, y estaba destinado a poner la primera piedra de un proyecto de trabajo conjunto, entre todos los distritos de la capital, para la puesta en valor de esa enorme y vasta herencia que tenemos desperdigada.

Es verdad, es una tarea enorme. Pero al mismo tiempo, tan cargada de posibilidades. Ahí estaban funcionarios de los ministerios de Cultura y de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) dispuestos a asesorar a los municipios, y será en mayo, cuando se realice el segundo taller, que veremos cuánto se avanzó en el compromiso y los planes.

Mientras tanto, de esta experiencia me quedó otra imagen: la del gerente de uno de los nuevos distritos de Lima que llegó sin saber de la existencia de huacas, y que terminó la sesión pidiendo información. “Estoy contento de saber esto y quiero que la gente de mi distrito lo sepa”, expresó. Ese hombre llegó sin nada y salió con algo nuevo: una herencia que reclamar, y dio un primer paso. Tal como sucedió hace 30 años con la huaca miraflorina.

------
Columna, publicada en El Comercio,  14/3/2012