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Detalle de casona colonial en Plaza de Armas de la ciudad. |
Estaba por tirar la toalla. Tras un reciente y desolador viaje por Puno y Juli donde se repite lo que viene pasando en casi todo el país: pérdida de valor urbano, llegué a pensar que no había esperanza. Que la salvaje imposición del cemento, la violenta ruptura de edificios nuevos, y la evidente ausencia de autoridad, terminarían por devorar los centros históricos del país. Hasta que llegué a Ayacucho.
Ayacucho o Huamanga, su nombre fundacional y el que usan más los locales, debe ser hoy por hoy la ciudad más bella y mejor conservada del país. Algo así puse estos días en Facebook, ante la sorpresa de muchos. Mis razones son varias, y empiezo por la más subjetiva de todas: la sensación de bienestar que te produce un lugar armonioso.
A diferencia de Puno o Juli, que tras una rápida visita a sus joyas arquitectónicas quise salir corriendo del lugar para no volver jamás, aquí -para explicar mi subjetividad- la sensación es la de querer volver una y otra vez.
¿Pero cuáles son esos otros elementos? En una breve lista pondría:
- El centro histórico ha conservado su arquitectura original
- Hay una evidente inversión en la recuperación de casonas
- Se está trabajando masivamente en mejoramiento de infraestructura
- En general se han respetado las alturas tradicionales de los edificios
- Las veredas (algunas) han sido ensanchadas
- El cableado eléctrico y telefónico ha sido reorganizado e invisibilizado
- Se han peatonalizado dos sectores a ambos lados de la Plaza de Armas
- Se ha regulado (en ciertas zonas) el uso de carteles comerciales en los edificios
- Se está privilegiando la arquitectura sobre el uso comercial de (algunos) edificios
- En este
link pueden ver el álbum de fotos.
Pero además, el gran valor que se puede ver es que es un Centro Histórico vivo. Aquí la gente reside, trabaja, come, se divierte, va al café, al teatro, al cine, a hacer compras. Puede que sea pequeño, solo un radio de cuatro cuadras, pero dentro de ese perímetro se están consiguiendo cosas.
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Centro Cultural San Cristóbal de Huamanga |
Más aún, claramente es un Centro Histórico que le pertenece a los dueños de casa. Y esta es la parte donde la reflexión deja en evidencia el lado negativo del turismo. O de un tipo de turismo.
Cuando digo que ésta debe ser hoy por hoy la ciudad más hermosa del país, lo digo no solo por la arquitectura sino también por su función como ciudad. Y pienso en Cusco: un lugar que dejó de pertenecerle a los cusqueños y a los peruanos.
Ayacucho, donde el 97% de los turistas son nacionales, tiene la mayoría de sus sitios históricos abiertos al público. Algunos se quejan de que ya no estén en manos de las antiguas familias. Pero las compraron bancos, universidades, instituciones del gobierno, y las restauraron y en su mayoría están abiertas a todos. Eso, en lo limitada que puede ser mi visión, es un triunfo para los que vivimos aquí.
Mientras en Cusco uno de sus edificios históricos más significativos, como el monasterio de San Antonio Abad, hoy es un hotel de cinco estrellas, en Ayacucho está el hermoso monasterio de San Cristóbal de Huamanga, que es un activo centro cultural abierto a la ciudad toda. Aquí, los dueños de casa siguen siendo los dueños de casa. Leer la placa a la entrada del lugar te lleva a un reconocimiento necesario: esto se hizo a instancias de monseñor Luis Cipriani.
Las razones para que esto sea así seguramente son varias también. Hay una evidente presencia del Estado, que ha invertido masivamente en esta recuperación. Y junto a él, la cooperación extranjera. Los críticos dirán que eso no está bien. Que el mercado es el que equilibra las cosas. Puede ser. Pero al ver los resultados, prefiero mucho más lo que veo en Ayacucho-Huamanga.
También es cierto que algo positivo del triste legado de los años de la violencia armada, es el hecho que nadie le prestó atención al lugar, lo que permitió que se conservaran sus edificios intactos.
Pero el Ayacucho de hoy es como me imaginaba a las otras ciudades.
Y no podemos ignorar el hecho que, a pesar de todo lo anterior, la región sigue siendo una de las tres más pobres del país, con limitados avances en educación. ¿Qué futuro tiene Ayacucho en este contexto?
Eso es materia de otro análisis.
Quiero terminar con esta lista de bondades porque hay aún otro rasgo distintivo de esta ciudad que vale la pena subrayar: sus espacios públicos.
No he visto otra ciudad peruana con más cantidad de plazuelas. De esas que te sorprenden, que surgen en cualquier esquina o recodo, y que están pensadas en la gente. Tienen bancas, áreas verdes, árboles.
Fuera del centro también las hay, y en los sitios más inesperados. Y ese detalle tan sencillo, de poder darle al ciudadano esos pequeños espacios para hacer una parada, también son dignos de elogio. Terminan haciendo de Ayacucho un lugar que nos debería hacer reflexionar sobre el futuro de nuestros centros históricos y de nuestras ciudades.
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Fotos: JLizarzaburu