miércoles, 30 de octubre de 2013

DE LIMATAMBO A RÍMAC, EN TRES MOMENTOS

Momento 3: adiós memoria.Foto: Juan Luis Orrego Penagos.
Me pregunto cómo redactaría esta entrada alguien feliz con la desaparición del edificio Limatambo. ¡Por fin!, seguro que diría. Vamos camino a la modernidad. Ahí se levantará la Torre Rímac, la más alta de la ciudad. Quién quiere edificios viejos, feos y pasados de moda. ¡Abajo con lo viejo, arriba lo nuevo! Es hora de brindar por la nueva Lima, capital del Pacífico, sueño dorado de quiénes la vienen forjando día a día…

No sé qué más podría decir. ¿De qué llenas el futuro? De sueños, de planes, de posibilidades. Y está bien. El futuro se va construyendo. Pero, por ahora, lo que tenemos en el espacio que ocupaba el sereno edificio es un montón de tierra y deshechos que, en esas ironías limeñas, seguro será levantado para el día de los Muertos.

A riesgo de parecer nostálgico y fuera de moda, prefiero volver a hablar del ícono que desapareció. ¿Que no me gusta la arquitectura contemporánea? ¡Me fascina!  Pero no veo en Lima nada, o muy poco, que me inspire, o que vaya más allá de lo diseñado para el momento. No para la eternidad, como proponía un gran arquitecto británico del siglo XVIII.

Quizás por eso aquí prefiero volver, por una última vez, a la herencia destruida de uno de los maestros que tuvimos, Enrique Seoane Ros.

Momento 2: la sentencia.  Foto: Gaby Yamamoto.
Para el italiano Renzo Piano, “un edificio no es un ornamento, es algo que dialoga con su contexto”. Y eso precisamente era Limatambo, y quizás ahí radicaba parte de su encanto. En su momento había marcado nuevas fronteras. Se había convertido en abanderado del optimismo de hace 60 años, y con el tiempo quedó rodeado de ciudad.  Aun así, cada vez que uno pasaba por ese cruce de Javier Prado y Vía Expresa parecía recordarnos eso: “mira todo lo que has avanzado”.

En todo caso, no pienso terminar con amarguras. Ya hablé de eso en otro post anterior.  Por el contrario, esta vez que sirva para compartir con ustedes el experimento que hicimos con algunos miembros de la página de Facebook de Lima Milenaria.

En mayo, cuando se empezó la demolición del edificio, iniciamos un proceso de registro visual a la distancia. Haciendo clic aquí pueden ver las más de 60 fotos que logramos juntar. Esto quedará para la memoria de Lima, y para el futuro.

Si hay alguien que me esté leyendo ahora, un día del año 2035, o del 2070, que sepa que no todos aquí creíamos en la actitud de ciudad arrasada como condición para el desarrollo. Muy por el contrario, pertenezco a ese ínfimo grupo que cree en el diálogo entre presente y pasado.

Eso, quizás porque Lima en algún momento fue una de las ciudades más ricas y fascinantes en arquitectura. Quizás porque ese legado de 4.000 años de monumentalidad, que la hacía única en el mundo, exigían una posición, una responsabilidad con ustedes, y nunca se tuvo.

Pero si nadie se interesó jamás en decirle esto a los limeños, es lógico que a nadie, o a muy pocos, les interese esa ciudad. Nuestro DNI urbano terminará lleno de vacíos. Y en el futuro, quizás, solo tendremos preguntas. Adiós Limatambo. Bienvenido, futuro.

Momento 1: el optimismo y la esperanza, años 60. Foto vía Carlos Troncoso.
Fotos: La despedida de Limatambo

miércoles, 23 de octubre de 2013

AYACUCHO: LA CIUDAD QUE ANDABA BUSCANDO

Detalle de casona colonial en Plaza de Armas de la ciudad.
Estaba por tirar la toalla. Tras un reciente y desolador viaje por Puno y Juli donde se repite lo que viene pasando en casi todo el país: pérdida de valor urbano, llegué a pensar que no había esperanza. Que la salvaje imposición del cemento, la violenta ruptura de edificios nuevos, y la evidente ausencia de autoridad, terminarían por devorar los centros históricos del país. Hasta que llegué a Ayacucho.

Ayacucho o Huamanga, su nombre fundacional y el que usan más los locales, debe ser hoy por hoy la ciudad más bella y mejor conservada del país. Algo así puse estos días en Facebook, ante la sorpresa de muchos. Mis razones son varias, y empiezo por la más subjetiva de todas: la sensación de bienestar que te produce un lugar armonioso.

A diferencia de Puno o Juli, que tras una rápida visita a sus joyas arquitectónicas quise salir corriendo del lugar para no volver jamás, aquí -para explicar mi subjetividad- la sensación es la de querer volver una y otra vez.

¿Pero cuáles son esos otros elementos? En una breve lista pondría:

- El centro histórico ha conservado su arquitectura original
- Hay una evidente inversión en la recuperación de casonas
- Se está trabajando masivamente en mejoramiento de infraestructura
- En general se han respetado las alturas tradicionales de los edificios
- Las veredas (algunas) han sido ensanchadas
- El cableado eléctrico y telefónico ha sido reorganizado e invisibilizado
- Se han peatonalizado dos sectores a ambos lados de la Plaza de Armas
- Se ha regulado (en ciertas zonas) el uso de carteles comerciales en los edificios
- Se está privilegiando la arquitectura sobre el uso comercial de (algunos) edificios
- En este link pueden ver el álbum de fotos.

Pero además, el gran valor que se puede ver es que es un Centro Histórico vivo. Aquí la gente reside, trabaja, come, se divierte, va al café, al teatro, al cine, a hacer compras. Puede que sea pequeño, solo un radio de cuatro cuadras, pero dentro de ese perímetro se están consiguiendo cosas.

Centro Cultural San Cristóbal de Huamanga
Más aún, claramente es un Centro Histórico que le pertenece a los dueños de casa. Y esta es la parte donde la reflexión deja en evidencia el lado negativo del turismo. O de un tipo de turismo.

Cuando digo que ésta debe ser hoy por hoy la ciudad más hermosa del país, lo digo no solo por la arquitectura sino también por su función como ciudad. Y pienso en Cusco: un lugar que dejó de pertenecerle a los cusqueños y a los peruanos.

Ayacucho, donde el 97% de los turistas son nacionales, tiene la mayoría de sus sitios históricos abiertos al público. Algunos se quejan de que ya no estén en manos de las antiguas familias. Pero las compraron bancos, universidades, instituciones del gobierno, y las restauraron y en su mayoría están abiertas a todos. Eso, en lo limitada que puede ser mi visión, es un triunfo para los que vivimos aquí.

Mientras en Cusco uno de sus edificios históricos más significativos, como el monasterio de San Antonio Abad, hoy es un hotel de cinco estrellas, en Ayacucho está el hermoso monasterio de San Cristóbal de Huamanga, que es un activo centro cultural abierto a la ciudad toda. Aquí, los dueños de casa siguen siendo los dueños de casa. Leer la placa a la entrada del lugar te lleva a un reconocimiento necesario: esto se hizo a instancias de monseñor Luis Cipriani.

Las razones para que esto sea así seguramente son varias también. Hay una evidente presencia del Estado, que ha invertido masivamente en esta recuperación. Y junto a él, la cooperación extranjera. Los críticos dirán que eso no está bien. Que el mercado es el que equilibra las cosas. Puede ser. Pero al ver los resultados, prefiero mucho más lo que veo en Ayacucho-Huamanga.


También es cierto que algo positivo del triste legado de los años de la violencia armada, es el hecho que nadie le prestó atención al lugar, lo que permitió que se conservaran sus edificios intactos. Pero el Ayacucho de hoy es como me imaginaba a las otras ciudades.

Y no podemos ignorar el hecho que, a pesar de todo lo anterior, la región sigue siendo una de las tres más pobres del país, con limitados avances en educación. ¿Qué futuro tiene Ayacucho en este contexto? Eso es materia de otro análisis.

Quiero terminar con esta lista de bondades porque hay aún otro rasgo distintivo de esta ciudad que vale la pena subrayar: sus espacios públicos. No he visto otra ciudad peruana con más cantidad de plazuelas. De esas que te sorprenden, que surgen en cualquier esquina o recodo, y que están pensadas en la gente. Tienen bancas, áreas verdes, árboles.

Fuera del centro también las hay, y en los sitios más inesperados. Y ese detalle tan sencillo, de poder darle al ciudadano esos pequeños espacios para hacer una parada, también son dignos de elogio. Terminan haciendo de Ayacucho un lugar que nos debería hacer reflexionar sobre el futuro de nuestros centros históricos y de nuestras ciudades.

Hacer clic para ir al álbum de fotos

Fotos: JLizarzaburu

miércoles, 16 de octubre de 2013

PANAMERICANOS 2019: A CORRER POR LIMA… DEL SUEÑO A LA REALIDAD

El Museo del Perú, hoy Palacio de Justicia, en medio de zona peatonal.
No cabe duda que era el empujón que necesitábamos. Ya que el Bicentenario no había despertado ningún interés, los deportes deberían ayudarnos a tener el gran derrotero: una mejor ciudad.

Con gran sentido de la realidad y de la urgencia, hace solo unos meses el llamado gurú de las marcas ciudad, el catalán Toni Puig, me decía en una entrevista que a Lima solo le quedaban tres años para empezar a cambiar. Tenía razón.

Hacer algo ahora, cuando la fortuna todavía nos sonríe, tendría que ser nuestro mayor objetivo. En marzo, cuando hablé con él, todavía no sabíamos de vacas menos gordas, así que fue premonitorio. Transformar Lima es imperativo. ¿Pero hacia dónde?

Lo peor sería pensar que prepararnos para el 2019 significa solo una Villa Olímpica, más estadios y un super tren bala. Ya algunos soltaron sus ideas, por ejemplo, sobre qué otras instalaciones poner en la Videna, cuando un grupo de vecinos hace un tiempo viene pidiendo que está se reubique para que el sitio vuelva a ser el parque zonal para el que fue designado.

PRIORIDADES
Y hay que escuchar a los vecinos, porque llegó la hora de pensar en Lima, en serio. Eso pasa por calidad de vida para todos sus ciudadanos. Parques, espacios públicos y zonas peatonales serán fundamentales, al margen de que ahí vayan a ir atletas o no. Irán limeños.

Lo que rescato de la conversación que tuve con Puig, considerado uno de los cerebros más creativos que ayudó a la transformación de Barcelona en los años 80, fue lo que me dijo comparando las dos ciudades. La Barcelona que él conoció en los años 70 estaba incluso en peores condiciones que la Lima de hoy:

“la ciudad era un desastre. No había obras. Hacía décadas que no se había hecho nada importante. El transporte estaba mal, la educación estaba mal. Las calles estaban mal y las fachadas feas. Todo se caía. Había barrios que habían crecido muchísimo por la migración de los años 40, 50 y eran barrios miseria. Todo eso se tenía que rehacer”. Nosotros, en comparación, tenemos la ventaja de estar empezando desde un mejor lugar.

Para ellos, las Olimpiadas del 92 fue su gran empujón. Pudieron haber pensado solo en instalaciones deportivas, pero no fue así. Fue el gran pretexto para pensar en transformar Barcelona en una ciudad de primera división. Y lo hicieron.

SOÑAR EN GRANDE
Y ponerse ese objetivo era vital para ellos porque, según Puig, “en primera división están todas las oportunidades, culturales, sociales, económicas saludables. Una ciudad de primera división tiene más posibilidad de darles calidad de vida a sus ciudadanos”.

El equipo de gente que transformó la capital catalana eran todos inexpertos en gestión municipal. Pero eran unos genios. Artistas, intelectuales, soñadores, y esa fórmula funcionó. Los limeños nos hemos convertido en gente muy práctica. Quizás demasiado práctica. Ahora nos toca soñar un poco. Planificar, pensar. Tener una visión de la ciudad que queremos.

¿Quiénes están dispuestos a poner el hombro? Porque toca mojarse. No solo para el beneficio propio sino de toda la ciudad. Empresarios, llegó la hora de salir de sus cápsulas y empezar la carrera. ¿No les gusta la Lima de hoy? Ayuden a cambiarla. No es bueno para nadie vivir entre muros, separados de los demás. 

Hoy parece que hay voluntad política. Los ciudadanos no quieren otra cosa. Aprovechemos el momento.

Las imágenes de mi columna hoy día responden a eso. Imagino una ciudad donde el peatón tiene espacio. Donde el ciudadano puede ser feliz. Donde la jungla se abre para su regocijo. Con la ayuda de tres estudiantes de arquitectura de la Católica: Augusto Días, María Ángela Mejía y Renzo Pascual, conseguimos visualizar ese sueño. Soñemos todos un poco más. Igual lo conseguimos.

miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Y QUÉ HACEMOS CON 350 HUACAS?


Antes de ponerlas en una lista sería bueno entenderlas. Porque en Lima aprendimos a no ver, a no saber. Las huacas eran solo huacas. Montículos aislados, carentes de toda historia, de toda narrativa y, sobre todo, de todo vínculo con nosotros hoy. Y ahí creo que está una de nuestras primeras tareas.

En esta foto aparecen niños de un colegio vecino a Mateo Salado, con su profesor, y atrás trabajadores del sitio. Son seguramente los primeros que están empezando a entender, a saber que no se trata de huacas aisladas. Se trata, más bien, de historias de transformación, de adaptación, de conocimiento. Eso solo ya debería maravillarnos.  

Entre todas tejieron la dinámica de un valle que a lo largo de más de 4.000 años le sacaron, a mano, 30.000 hectáreas de tierras productivas al desierto. Que a lo largo de ese tiempo siguieron perfeccionando productos agrícolas que heredamos hoy, y que han hecho famosa a la cocina peruana.

Lo que esas huacas nos dicen también fue que sus líderes ya sabían que uno de los problemas era la disponibilidad de agua, y que hubo gente dedicada a buscar soluciones, para hacer la vida sustentable. Por eso había expertos investigando el suelo, el territorio, abriendo canales con la angulación precisa para que el agua no los destruya.

LOS VÍNCULOS QUE NOS CONECTAN
Es por eso que estas tierras siguieron siendo habitables después de 1535.  Esos canales permitieron que se instalaran las haciendas, y que durante 400 años fueran parte central de la economía capitalina. O que el agua que todavía riega el parque Castilla, de Lince, proviene del canal Huatica, que probablemente alguien empezó a construirlo hace unos 2.000 años.

O que la gente que construyó esas huacas también conocía la naturaleza esquiva de la arquitectura local. Sabían que los terremotos eran cosa seria. Ya en Caral encontraron evidencias de quincha y adobe. Tuvieron 5.000 años para ir perfeccionando la técnica.  No es de extrañar que la arquitectura colonial que tanto queremos preservar, le deba su existencia a la sabiduría indígena, justamente de la quincha y el adobe.

Entonces, cuando hablamos de recuperar huacas siento que lo que podríamos estar haciendo es hablar de recuperar esas historias, ese conocimiento, ese mensaje que nos dio y nos permitió la vida hoy. En estos valles, antes de 1535, hubo por los menos cinco importantes procesos culturales de los cuales todavía sabemos tan poco.

Huaca Corpus I, en El Cercado, al inicio de su proceso de recuperación - MML.
QUÉ PAPEL PUEDEN TENER HOY
Cuando esto sea parte de nuestro cuento. Cuando empecemos a entender estas estructuras singulares que le dan identidad, vuelo y brillo a Lima, sabremos organizar mejor su futuro.

Parte de entender su futuro es saber que no todas harán dinero ni servirán para el turismo. Y eso está bien. Nos toca difundir posibilidades.

Una huaca sirve para enseñar historia, para crear ciudadanos y establecer fuertes vínculos de inclusión, como lo están haciendo los profesores Arturo Vásquez y Haydee Quispe, en San Juan de Lurigancho y Comas, respectivamente.

Un sitio arqueológico también es una valiosa fuente de desarrollo. Quien mejor que Ruth Shady para mostrar lo que se puede hacer con esa visión, que incluye la recuperación de campos agrícolas, la artesanía, la formación de guías y la gastronomía local. Nada de eso surge de la noche a la mañana. Y porque es vital necesita apoyo.

Es verdad, también pueden ser enigmáticos polos de atracción turística como es el exitoso caso de Pucllana. Eso no solo es resultado del empeño y testarudez de una arqueóloga como Isabel Flores, sino de haberse sabido articular un eficiente proyecto público-privado, donde el restaurante forma parte del proceso de recuperación.

AL INICIO DEL CAMINO
Finalmente, estos testimonios del pasado también pueden ser parte del espacio público que se devuelve a una comunidad, sin necesidad de transformarlo en nada más. Que ya es bastante. Esta es la fórmula que ha empezado a trabajar la Municipalidad de Lima con dos sitios emblemáticos de esta propuesta: huacas Palomino y, en proceso, Corpus I.

A esto habrá que añadir en un futuro cercano lo que establecerá la esperada Ordenanza de Arqueología. Esto dará pie, o debería, a una mayor participación de los municipios. La ley orgánica de Municipalidades ya los obligaba a protección de patrimonio, pero parece que nunca leyeron esa parte. Esta Ordenanza debería hacer más específica su responsabilidad en cuanto a legado arqueológico.

El día en que los alcaldes distritales se den cuenta de la gran herramienta que tienen entre sus manos, no será necesario hablar ni de obligación ni responsabilidad.

El reciente convenio para recuperación de huacas, entre Alcaldía y ministerio de Cultura, fue recibido en general con bastante entusiasmo. Es un buen paso. Pero hay que tener presente que no es el final del camino. Por eso es bueno el escepticismo que han mostrado algunas personas amantes de su patrimonio. La sociedad civil está ahí para exigir.

En las próximas semanas veremos más de lo que ya se está haciendo.

Fotos: JLizarzaburu

miércoles, 2 de octubre de 2013

"CULTURA Y MUNICIPALIDAD: POR FIN UN ACUERDO POR LAS HUACAS"

Izq: ministra de Cultura y alcaldesa de Lima durante la reunión de trabajo.
Los tiempos del Estado a veces funcionan. Y por suerte. Porque sería tan desolador que en todos los campos funcionara con su criminal lentitud. En este caso, es una historia que empieza hace exactamente un año con una promesa de convenio.  Hoy, dos mujeres toman las riendas y lo hacen realidad demostrando que, bien manejado, el Estado puede ser una herramienta formidable.

Hace justo un año escribí, en la columna que tenía entonces, que había tenido el privilegio de asistir a un encuentro sin precedentes: en las oficinas del ministerio de Cultura se habían juntado perro, pericote y gato. Es decir, ese día por primera vez se habían reunido un representante del Ejecutivo (el entonces ministro Luis Peirano), un representante del Legislativo (la congresista Luciana León), y uno del poder de la ciudad (Pedro Pablo Alayza).

Para el ciudadano promedio puede sonar raro que esos tres poderes no se podían ver la cara. Pero parece que durante mucho tiempo había sido así: ni cultura, ni municipio ni congreso se ponían de acuerdo en nada. Todo era una maraña llena de territorialidades mezquinas, descuido y una tremenda falta de visión, todo lo cual obstaculizaba cualquier avance.  

No es de extrañar que el arqueólogo Elías Mujica, también presente ese día, se sintiera tremendamente optimista y dijera que se había producido una confluencia única, potente, irrepetible: que esos tres poderes se pusieran de acuerdo en algo. Casi un conjuro. (Tan raro es ponerse de acuerdo…)

En ese momento escribí: “el objetivo de la reunión fue dar el primer paso para salvar Lima y sus huacas. Suena dramático pero es cierto. En un momento cuando el crecimiento urbano se pelea por el espacio con estos monumentos de la antigüedad, nos toca tener las reglas claras. Por eso la necesidad de un gran plan que salve la historia de Lima para generaciones futuras; que proteja su originalidad para todos; y que le permita proyectarse como una urbe distinta…”

Trabajo de puesta en valor de la huaca Corpus I, en El Cercado, por la MML.
DE LO GENERAL A LO ESPECÍFICO
Eso dio lugar a un acuerdo marco de cooperación entre la Municipalidad y el Ministerio. Pasó el año, tiempo durante el cual fueron revisando los documentos, y estos días volví a ser testigo de la reunión de trabajo que sostuvieron la alcaldesa Susana Villarán, y la ministra, Diana Álvarez Calderón.

Conversaron sobre maneras de acelerar procesos y establecer puentes de trabajo conjunto. Honestamente, no estaría escribiendo sobre eso si no creyera en lo que se está haciendo. Hay muchas cosas por mejorar en esta relación, es verdad, pero ellas demostraron estar dispuestas a hacerlo. La prueba más concreta es el acuerdo de cooperación específico que firmarán este jueves en Mateo Salado.

Este es el siguiente paso después del acuerdo marco. En lo fundamental, se crean los mecanismos por los cuales la Municipalidad de Lima pueda asumir responsabilidad en la puesta en valor de sitios arqueológicos de la capital. No asume el control, sino que le echa una mano al ministerio en esa tarea.

Por su parte, el ministerio facilitará los trámites y procesos para que eso suceda con rapidez. Además de otorgar apoyo técnico y profesional. Ya acortar tiempos parece todo un logro en la maquinaria del Estado.

PASOS CONCRETOS
La municipalidad, por su parte, está preparando una Ordenanza sobre arqueología que dará un nuevo ímpetu a la participación de los distritos en la protección de su patrimonio local.

Se ha concluido un Plan de Huacas, que pretende señalar qué se puede hacer y qué no con estos lugares. Todo esto se produce como parte del compromiso municipal con Lima Milenaria, declarada así en enero del año pasado.

De este modo, se busca dejar sentadas las bases para la futura gestión de estos bienes. Los próximos alcaldes y ministros de Cultura no podrán, o no deberían, ignorar lo avanzado. Por esto creo que tenemos razones para sentirnos optimistas.

Es posible, como dicen algunos, que esta confluencia de visiones y de ganas de hacer cosas no se vuelva a repetir. Quiero pensar que se están creando los mecanismos para que sí ocurra. Todos los interesados en protección de nuestro enorme, rico y original legado deberíamos estar del mismo lado. No siempre veremos lo mismo, pero estando juntos creo que podríamos hacer más.

Fotos: JLizarzaburu