Antes de ponerlas en una lista sería bueno entenderlas. Porque en Lima aprendimos a no ver, a no saber. Las huacas eran solo huacas. Montículos aislados, carentes de toda historia, de toda narrativa y, sobre todo, de todo vínculo con nosotros hoy. Y ahí creo que está una de nuestras primeras tareas.
En esta foto aparecen niños de un colegio vecino a Mateo Salado, con su profesor, y atrás trabajadores del sitio. Son seguramente los primeros que están empezando a entender, a saber que no se trata de huacas aisladas. Se trata, más bien, de historias de transformación, de adaptación, de conocimiento. Eso solo ya debería maravillarnos.
Entre todas tejieron la dinámica de un valle que a lo largo de más de 4.000 años le sacaron, a mano, 30.000 hectáreas de tierras productivas al desierto. Que a lo largo de ese tiempo siguieron perfeccionando productos agrícolas que heredamos hoy, y que han hecho famosa a la cocina peruana.
Lo que esas huacas nos dicen también fue que sus líderes ya sabían que uno de los problemas era la disponibilidad de agua, y que hubo gente dedicada a buscar soluciones, para hacer la vida sustentable. Por eso había expertos investigando el suelo, el territorio, abriendo canales con la angulación precisa para que el agua no los destruya.
LOS VÍNCULOS QUE NOS CONECTAN
Es por eso que estas tierras siguieron siendo habitables después de 1535. Esos canales permitieron que se instalaran las haciendas, y que durante 400 años fueran parte central de la economía capitalina. O que el agua que todavía riega el parque Castilla, de Lince, proviene del canal Huatica, que probablemente alguien empezó a construirlo hace unos 2.000 años.
O que la gente que construyó esas huacas también conocía la naturaleza esquiva de la arquitectura local. Sabían que los terremotos eran cosa seria. Ya en Caral encontraron evidencias de quincha y adobe. Tuvieron 5.000 años para ir perfeccionando la técnica. No es de extrañar que la arquitectura colonial que tanto queremos preservar, le deba su existencia a la sabiduría indígena, justamente de la quincha y el adobe.
Entonces, cuando hablamos de recuperar huacas siento que lo que podríamos estar haciendo es hablar de recuperar esas historias, ese conocimiento, ese mensaje que nos dio y nos permitió la vida hoy. En estos valles, antes de 1535, hubo por los menos cinco importantes procesos culturales de los cuales todavía sabemos tan poco.
Huaca Corpus I, en El Cercado, al inicio de su proceso de recuperación - MML. |
Cuando esto sea parte de nuestro cuento. Cuando empecemos a entender estas estructuras singulares que le dan identidad, vuelo y brillo a Lima, sabremos organizar mejor su futuro.
Parte de entender su futuro es saber que no todas harán dinero ni servirán para el turismo. Y eso está bien. Nos toca difundir posibilidades.
Una huaca sirve para enseñar historia, para crear ciudadanos y establecer fuertes vínculos de inclusión, como lo están haciendo los profesores Arturo Vásquez y Haydee Quispe, en San Juan de Lurigancho y Comas, respectivamente.
Un sitio arqueológico también es una valiosa fuente de desarrollo. Quien mejor que Ruth Shady para mostrar lo que se puede hacer con esa visión, que incluye la recuperación de campos agrícolas, la artesanía, la formación de guías y la gastronomía local. Nada de eso surge de la noche a la mañana. Y porque es vital necesita apoyo.
Es verdad, también pueden ser enigmáticos polos de atracción turística como es el exitoso caso de Pucllana. Eso no solo es resultado del empeño y testarudez de una arqueóloga como Isabel Flores, sino de haberse sabido articular un eficiente proyecto público-privado, donde el restaurante forma parte del proceso de recuperación.
AL INICIO DEL CAMINO
Finalmente, estos testimonios del pasado también pueden ser parte del espacio público que se devuelve a una comunidad, sin necesidad de transformarlo en nada más. Que ya es bastante. Esta es la fórmula que ha empezado a trabajar la Municipalidad de Lima con dos sitios emblemáticos de esta propuesta: huacas Palomino y, en proceso, Corpus I.
A esto habrá que añadir en un futuro cercano lo que establecerá la esperada Ordenanza de Arqueología. Esto dará pie, o debería, a una mayor participación de los municipios. La ley orgánica de Municipalidades ya los obligaba a protección de patrimonio, pero parece que nunca leyeron esa parte. Esta Ordenanza debería hacer más específica su responsabilidad en cuanto a legado arqueológico.
El día en que los alcaldes distritales se den cuenta de la gran herramienta que tienen entre sus manos, no será necesario hablar ni de obligación ni responsabilidad.
El reciente convenio para recuperación de huacas, entre Alcaldía y ministerio de Cultura, fue recibido en general con bastante entusiasmo. Es un buen paso. Pero hay que tener presente que no es el final del camino. Por eso es bueno el escepticismo que han mostrado algunas personas amantes de su patrimonio. La sociedad civil está ahí para exigir.
En las próximas semanas veremos más de lo que ya se está haciendo.
Fotos: JLizarzaburu
Hola Javier, estoy buscando comunicarme contigo para conversar sobre Lima Milenaria y contarte sobre algunas ideas que tenemos al respecto. Mi mail es julio@lacontra.pe. Un abrazo,
ResponderEliminarJulio Pérez Luna
Julio Pérez Luna