Amalio de Marichalar en Numancia. Foto: Sigefredo Camarero. |
Numancia es un poblado de unos 2.000 años de antigüedad, al norte de Madrid. Fue una ciudad celtíbera que terminó convirtiéndose en símbolo de la dignidad y fortaleza de un pueblo. En los últimos 100 años la familia Marichalar, dueña del terreno, asumió la defensa de este patrimonio, y su batalla más definitiva concluyó hace solo unos meses. Amalio, el actual conde de Ripalda, comparte la experiencia de su familia con los lectores de este blog. Sus reflexiones son una inspiración, y también subrayan la importancia de los liderazgos ahí donde se marca una necesaria diferencia.
Una historia milenaria
Hace más de dos mil años existió en España una ciudad, llamada Numancia. En el año 133 a.C. desapareció ante el largo asedio de Roma, y Numancia se convirtió en un mito histórico y una leyenda que ha llegado a nuestros días.
Hay muchos hechos relevantes en la historia de la humanidad, pero pocos pueden mostrar un compendio de virtudes y proezas que residen en el espíritu de aquel pueblo celtíbero.
En esos años, el Imperio romano comenzó las llamadas guerras celtíberas para conquistar lo que era Hispania y Lusitania. Veinte años de lucha sin tregua, y de derrotas consecutivas, convirtieron a Numancia en un auténtico problema estratégico para Roma y la dejó con su orgullo herido, imposible de consentir, en un centro de poder resquebrajado.
El Senado decidió entonces convocar a su general más prestigioso, Publio Cornelio Escipión, ‘el Africano’, para que fuera él quien acabara definitivamente con esa pesadilla. Al llegar a Numancia decidió construir una muralla de 9 km que circundara la ciudad, para evitar el ingreso de suministros y refuerzos.
Esta estrategia le permitió debilitar a la ciudad, que con 8,000 personas, pero solo 4,000 guerreros, la defendía; disponiendo él de 60,000 hombres.
Tras once meses de feroz asedio y heroica resistencia, Numancia se autoinmoló y quemó su ciudad, quedando sólo cincuenta guerreros que Escipión pudo llevar a Roma como demostración de su victoria. El Senado, agradecido, le otorgó el sobrenombre de "el Numantino".
Símbolo de posteridad
La ciudad de Numancia y sus defensores, han permanecido así vivos en la memoria de la historia, aunque desaparecieran sus vestigios.
Apiano, Polibio, Cicerón, Plinio, Séneca, Plutarco, Cervantes, Machado, Becker, Gerardo Diego, y muchos más han cantado las virtudes de un pueblo que supo morir en defensa de su libertad, y han acompañado a lo largo de los siglos las almas de sus testigos.
Dos mil años después, Numancia resurgió de sus cenizas y en 1882 la Real Academia de Bellas Artes propuso, como así sucedió, que España la declarara primer monumento histórico nacional.
En 1907, Luis de Marichalar, Vizconde de Eza, cedió al Estado los terrenos de su propiedad, donde se encontraba la ciudad.
Numancia está a ocho kilómetros de la
ciudad de Soria,
a dos horas NE de Madrid.
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La última batalla
En 2004, la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Soria quisieron expropiar terrenos de la familia Marichalar, limítrofes con los que cedió su abuelo al Estado, para construir un polígono industrial de 120 hectáreas, atentando directamente contra el cerco de Escipión y contra el paisaje histórico y cultural de Numancia.
La familia encabezó una ardua lucha contra todas las instancias de gobierno para impedir dicha expropiación, que suponía la destrucción de uno de los símbolos más importantes de la historia universal.
La condesa Vda. de Ripalda y todos sus hijos se pusieron al frente de la lucha, acudiendo al Parlamento Europeo y a las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes, y universidades como la Uned, Ceu, Salamanca, Exeter, Hamburgo, Sorbona y otras.
También buscaron el apoyo de instituciones como Icomos, Hispania Nostra, Europa Nostra, Instituto Arqueológico Alemán, Instituto Prusiano de Arqueología, Casa de Velázquez, Academia de Ciencias de Rusia, hasta contar cincuenta instituciones de todo el mundo, convocando miles y miles de firmas para solicitar su protección y su declaración como monumento patrimonio de la humanidad de UNESCO.
Numancia hoy
El Parlamento Europeo dio varias veces la razón a la familia, señalando que Numancia pertenece a la historia y cultura común europea, y que además representa los valores de la libertad que constituyeron la democracia en Europa, desde la antigua Grecia.
Durante diez años la familia Marichalar ha perseguido que la justicia pudiera finalmente darles la razón y salvar un patrimonio único. Es un patrimonio que nos hace entender lo que hoy somos, y saber de dónde venimos para preservar los principios que nos permitan moldear un mundo mejor para las próximas generaciones.
Finalmente, el Tribunal Supremo ha sentenciado hace pocos meses a favor de la preservación de Numancia, aludiendo a los principios de un desarrollo sostenible, para emprender cualquier proyecto de las administraciones.
Es en ello especialmente donde el Conde de Ripalda viene desarrollando una parte de su voluntariado, aunando personas e instituciones, para admitir unánimemente que la cultura, como mejor herencia moral de la sociedad, es ya la piedra angular del desarrollo sostenible, junto al progreso económico, el progreso social, y la defensa ambiental.
En lo alto de un cerro todavía se ven
murallas,
calles, casas, aljibes, pozos y columnas.
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Patrimonio y futuro
Cultura e historia son cuestiones trascendentales allá donde se encuentre cualquier vestigio de nuestro pasado común. Cualquier país debe creer y respetar su historia si quiere construir una sociedad moderna y justa, en un mundo global.
Estamos en un nuevo paradigma de desarrollo, y lo urgente no debe impedir que nos ocupemos principalmente de lo importante.
Numancia, dos mil años después, quiere ser la demostración práctica de que sí es posible conjugar nuestro pasado con los firmes valores que han de construir nuestro futuro, en bien de las presentes y futuras generaciones.
Nuestra familia ha cumplido con el legado de nuestros mayores y quiere proponer que todos podamos ser responsables, cada cual en nuestro cometido, para impedir que se puedan cometer nuevas atrocidades que borren la huella de nuestro pasado, que no es sino la mejor guía para nuestro futuro.
Amalio de Marichalar
Conde de Ripalda
Madrid, España. Enero 2014