Penn Station, Nueva York, a poco de ser inaugurada en 1910. |
La reacción de los ciudadanos a esta pérdida también fue una sorpresa y generó una nueva conciencia en temas de protección de patrimonio.
Tanto así que dos años después, en 1965, se aprueba la Ley de Monumentos Históricos, considerada una de las mejores que existen. Y este año 2015 se recuerdan cinco décadas de ese momento que sirvió de ejemplo e inspiración para muchas otras ciudades y países.
Antes de pasar a la nota publicada por un joven periodista en esa ciudad, Alex Q. Arbuckle, y que he traducido para el blog, hay algo que me gustaría señalar.
Si bien es cierto que esto se consiguió por un activismo ciudadano, no lo es menos que el impulso determinante lo dieron personajes clave que pusieron todo su prestigio e influencia en favor de su patrimonio.
Uno de ellos fue Jackie Kennedy Onassis. ¿Cuánto le falta a Lima para tener su propia Jackie O?
Jackie Kennedy Onassis se convirtió en una de las mayores activistas por el patrimonio arquitectónico de su ciudad. |
1910-1963: La destrucción de Penn Station /
La caída de un mártir de la arquitectura de Nueva York
Alex Q. Arbuckle
En 1910, cuando se inauguró la estación de tren de Pensilvania en Nueva York, el edificio fue ampliamente elogiado por su majestuosa arquitectura.
Diseñada en estilo Beaux-Arts y construida en granito rosa, su fachada lucía una imponente columnata.
La sala de espera principal, inspirada en los baños romanos de Caracalla, era el espacio interior más grande de la ciudad: una cuadra y media de largo, con enormes ventanas de cristal abovedadas, a una altura de 50 metros, sobre una cámara bañada por el sol.
Más allá, los trenes parecían salir de la roca para dejar sus pasajeros en un vestíbulo iluminado por un techo de cristal y acero en forma de un gigantesco arco.
Este paisaje puede sonar poco familiar para los residentes actuales de la ciudad, que conocen la Penn station solo como un miserable laberinto subterráneo.
La estación original llegó a atender a 100 millones de pasajeros al año durante su época de auge, en 1945, y a finales de la década de 1950 con la llegada de vuelos comerciales más baratos y la inauguración del Sistema Interestatal de Carreteras, el servicio de trenes se vio afectado.
Llegó el momento en que el ferrocarril de Pennsylvania no podía ni siquiera permitirse el lujo de mantener la estación limpia.
El interior de Penn Station, con toda su monumentalidad del Beaux-Arts. |
Esto fue seguido de una ola de protestas pero el plan siguió adelante y Penn Station fue demolida.
La indignación fue un importante catalizador para el movimiento de preservación arquitectónica en los Estados Unidos. En 1965, se aprueba la Ley de Monumentos Históricos de Nueva York, la que ayudó a salvar la Gran Central Terminal, otra emblemática estación, y más de 30.000 edificios que se querían demoler. 2015 marca su 50 aniversario.
Desde la demolición de la antigua Penn station el uso de trenes ha aumentado diez veces. La nueva estación, una maraña de líneas de metro y tren de cercanías, es el terminal más transitado del país y está punto de reventar. Actualmente existen planes para renovarla y ampliarla, y restaurar un poco de su gloria original.
"Probablemente no seamos juzgados por los monumentos que levantamos,
sino por aquellos que destruimos”
Editorial del New York Times, 30 octubre 1963
La estación en 1963, cuando se concluían los trabajos de desmantelamiento y demolición. |
Haga clic para ver la nota original en inglés
Fotos: del artículo original, menos la de Jackie Kennedy, de Google-images.
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