jueves, 26 de julio de 2012

“NOTAS PARA UN ATERRIZAJE BLANDO”



Empiezo a escribir esta columna en el aire. Pienso en las ciudades que acabo de visitar, que me dieron algunas ideas para reflexionar. Y pienso en la que es mi destino final: Lima.

Al revisar mis notas lo primero que veo es la cantidad de veces que repito las palabras “autoridad” y “ciudadano”. Las escribo en distintos contextos: porque los edificios nuevos respetan las alturas; porque se incorporó una casa antigua a la hora de modernizar la calle; porque nadie toca el claxon, etc.

Es una autoridad en el mejor sentido de la palabra. Una autoridad que fluye dentro de la vida de la ciudad para hacerla mejor, para darle calidad de vida, para hacerla más fácil de vivir, para embellecerla. Son lugares donde el ciudadano es la razón de muchas de las decisiones que se toman.

Y junto al ciudadano y la autoridad están los edificios, que dicen tanto sobre el espacio donde se encuentran. Londres y Ámsterdam son lugares donde la arquitectura moderna convive de buena manera con la antigua.

Al caminar por sus calles, más que sentirse violentado por la presencia de algo nuevo, uno siente que ninguna construcción está fuera de lugar. Cada edificio nuevo parece decir algo. Cada uno tiene personalidad propia, y es tan refrescante ver esta actitud.

Una tarde andaba absorto en todo esto cuando recordé esta frase de Borges: “No hables a menos que puedas mejorar el silencio”. Y eso es lo que estos edificios me transmitían: que cada uno fue levantado para mejorar lo anterior…

Es inevitable en este punto pensar en Lima. Aquí, por alguna extraña y perversa razón, se cree que para avanzar hay que destruir. Y lo que es peor, más allá de grupos de ciudadanos preocupados, no hay autoridad lo suficientemente firme como para proteger lo que nos queda.

El caso más reciente es el de la casona de la Av. La Paz, en Miraflores, donde funcionaba el club de jazz Satchmo. Esta casa es una de las últimas sobrevivientes de un estilo que le dio personalidad al distrito. Está a la venta y hay grupos de ciudadanos que creen que hay que salvarla.

¿Qué hace la autoridad? La autoridad se lava las manos. La Municipalidad de Miraflores dice que no puede hacer nada. La de Lima, tampoco. El Ministerio de Cultura, menos. Con esta actitud, ¿cómo se puede esperar que los ciudadanos nos portemos como tales?

¿Cómo se puede crear ciudadanía si la misma esencia de lo que constituye esta, su patrimonio, es abandonada por las autoridades que deberían salvaguardarla?

Esto me recordó una entrevista que le hice el año pasado a la alcaldesa de Montevideo, Ana Olivares, cuando hablábamos sobre unas casas del barrio de Pocitos que no tenían ni 100 años, pero que se las protege con uñas y dientes. “¿Por qué?”, le pregunté.

"Sencillamente –me dijo– porque nos recuerdan un momento en la vida de la ciudad”. Sin más razón que esa. Qué lujo. Y qué manera de aterrizar.

Publicado en El Comercio: 25/4/12 
Foto: Patrimonio de Miraflores

POSTDATA: En julio de este año, tres meses después de publicada esta nota, la municipalidad de Miraflores emitió una ordenanza que busca proteger las casonas históricas del distrito, creando un bono económico para los propietarios.  
 

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