"Hay que entender las huacas como lugares modernos y públicos", señala RAC. |
Una visión de Lima en su relación con las huacas a lo largo de los últimos 100 años, es lo que ofrece Rosabella Álvarez-Calderón* en esta columna. Ella es una joven arqueóloga que en los últimos años se ha especializado en análisis urbano, y este año presentó su tesis en Harvard, en la que analiza el pasado milenario de nuestra ciudad. Su reflexión ofrece nuevas posibilidades para incorporar este legado limeño en una visión de futuro.
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Hace poco menos de cien años, el gobierno del Perú comenzó a planificar la expansión de la ciudad de Lima sobre un territorio entonces cubierto por haciendas y un gran número de sitios arqueológicos, los restos de más de cinco mil años de ocupación prehispánica.
Se comenzó un proyecto de construcción de grandes avenidas que unirían la ciudad de Lima con los poblados vecinos del Callao, Magdalena, Miraflores, Barranco y Chorrillos, avenidas que también servirían para incentivar el proceso de urbanización.
Una de las primeras de estas avenidas en ser construida llevaba un nombre muy optimista, El Progreso, y fue construida a través de dos grandes montículos de tierra. Tal vez en ese entonces se consideró que la demolición parcial de esos cerros no era de mayor importancia, ya que la construcción de una importante vía de comunicación que conectaría la ciudad de Lima con el Callao y que promovería el desarrollo urbano de esa zona era de altísima prioridad, elemental para el progreso del país.
Ochenta años después, la decisión de construir la ahora llamada avenida Venezuela en ese estrecho pase entre las huacas San Marcos y Aramburu ha llevado a tener una importante vía con un frustrante cuello de botella, ya que es prácticamente imposible ampliarla sin afectar una u otra huaca. Tenemos, entonces, una absurda situación donde el tráfico se atasca, y la gente frustrada reclama que ampliar la avenida es más importante que conservar la huaca.
Huacas como obstáculo
Sin embargo, el verdadero problema fue que la avenida fue planificada y construida en una época donde las huacas eran consideradas montículos que podían ser demolidos sin mayor problema. En otras palabras, el problema es que la expansión de Lima se planificó y realizó mayormente sin considerar ni darle lugar a las huacas.
Es probable que ni los hacendados, ni el gobierno de esa época pudieran imaginarse una Lima moderna donde los sitios arqueológicos eran espacios urbanos, tan importantes como los parques y las plazas.
Si queremos entender por qué hay tantas huacas en peligro hoy en día, haríamos bien en revisar un poco la historia del crecimiento de Lima durante el siglo XX. Hay que regresar a esos años cuando las huacas eran consideradas obstáculos al desarrollo, ruinas cuyo polvo molestaba a los vecinos, como pasaba en Pucllana y Huallamarca.
Pucllana pre urbanización, años 30. Foto: Servicio Aereofotográfico Nacional |
No es coincidencia que queden tan pocas huacas en distritos como Miraflores y San Isidro, a diferencia de distritos que comenzaron como Pueblos Jóvenes y luego se formalizaron, como es el caso de San Martin de Porres. La diferencia se explica en la manera cómo creció cada distrito.
En el caso de Miraflores y San Isidro, los futuros “barrios aristocráticos” (como se lee en la publicidad de la época), las antiguas haciendas fueron urbanizadas pensando en las clases medias y altas, que significa que el valor de la tierra ya era elevado desde antes que se construyese la primera casa y trazado la primera calle.
Huacas como vacíos
Un plano de Miraflores de 1933 muestra la huaca Pucllana bajo una ciudad imaginaria de manzanas, calles y plazas, indicando que para la mentalidad de los urbanizadores y la municipalidad, Pucllana solo tenía valor por su terreno, y era más provechoso urbanizar ese terreno.
Pucllana hoy: la calle Independencia cortó el sitio. Foto: Google/Rosabella AC. |
No es coincidencia tampoco que tantos Pueblos Jóvenes y barriadas se hayan desarrollado alrededor y encima de las huacas, ya que eran terrenos considerados de poco valor.
Incentivar, de manera discreta o abierta, la ocupación de estos terrenos “vacíos” resultó ser para el gobierno una solución fácil al problema de dónde iban a vivir los inmigrantes, la gente de pocos recursos, y las clases trabajadoras, una población diversa, pero mayormente excluida del mercado formal de vivienda.
No hay que olvidar que demoler una huaca y nivelar el terreno implica un costo en mano de obra, logística y tiempo, una inversión que es probable que la mayoría de los pobladores no podía hacer. O tal vez se daban cuenta que no salía a cuenta económicamente.
Si lo vemos de cierta manera, la destrucción de un montículo en el sitio arqueológico de El Paraíso es similar a la destrucción de casonas y ranchos, e incluso tiene relación a la invasión de los acantilados en Barranco para construir edificios. Todo se puede explicar por el aumento en el valor de la tierra, y la existencia de un mercado de construcción voraz y poco regulado.
Huacas reconocidas como valor
Las huacas son destruidas por la misma razón que las casonas: para urbanizar, para desarrollar, para densificar, para proveer a la ciudad de más departamentos, oficinas, centros comerciales, infraestructura urbana.
Muchos de nosotros nos confortamos tildando de ignorantes y salvajes a los que destruyen las huacas, y exigimos duras sanciones y la intervención del Estado. Sin embargo, nos olvidamos que hace unas décadas el mismo Estado y las urbanizadoras destruían sitios arqueológicos con gran tranquilidad con el fin de expandir y modernizar la ciudad.
Nos olvidamos que hace unas décadas eran solo unos pocos, liderados por visionarios extraordinarios como Julio C. Tello, los que veían en las huacas algo digno de conservar. Cuando la ciudad se formaliza, cuando la gente se enriquece, cuando el valor de la tierra crece, cuando la ciudad se densifica, las huacas solo pueden seguir existiendo si la gente ve en ellas un valor que excede el valor económico del espacio que ocupan.
Cuando las huacas son entendidas no solo como sitios históricos sino también como espacios urbanos modernos y públicos, abiertos a todos, tan necesarios como los parques, plazas y veredas, estaremos creando un valor que resistirá las presiones económicas.
* Rosabella Álvarez-Calderón Silva-Santisteban es arqueóloga, Licenciada por la Universidad Católica. Este año concluyó sus estudios de Maestría en conservación crítica de arquitectura en la Universidad de Harvard, donde presentó la tesis: “El paisaje urbano negociado – sitios arqueológicos y Lima, una ciudad de múltiples capas”. Actualmente vive y escribe desde Somerville, Massachusetts, Estados Unidos.
Las huacas no son más que un estorbo para el progreso! Imaginense cuantos trabajos se podrian generar si edificaramos tiendas, edificios y parques en la Huaca Puccllana y la piramide de Huallamarca!
ResponderEliminarMiremos al futuro del progreso, la ciencia y la tecnología. No miremos un pasado donde cuatro salvajes sacrificaban mujeres y niños y probablemente eran antropofagos!
Interesante, pero hace cien años no existía la conciencia que hoy en día existe sobre el patrimonio cultural mueble e inmueble. Sin embargo, se sigue invadiendo y destruyendo como en paraíso o en Palpa-Nazca.
ResponderEliminarUna propuesta sería resaltar el pasado prehispánico de Lima Matropolitana y hacernos entender que el turismo en el Perú está basado en la arqueología
Concuerdo contigo en la importancia de resaltar el pasado prehispanico de la ciudad (que es el objetivo principal de este blog), sin embargo yo cuestiono el modelo de ver solamente el potencial turistico de los sitios arqueologicos. La huaca Huantinamarca en San Miguel es un ejemplo de un sitio que fue investigado y ahora es el centro de un parque, un espacio abierto. En Lima norte, grupos como el colectivo Colli promueven que los escolares visiten las huacas. Y hemos tenido varios ejemplos de huacas siendo usadas para montar eventos de musica.
EliminarBuenas noches. Con respecto a Huantinamarca, efectúo una critica netamente dentro de los efectos reflexivos que debemos llevar a cabo con respecto a las intervenciones. Como dijo Giovanonni, el monumento intervenido no solo debe ser específicamente un sistema estructural aislado sino ubicado dentro de un contexto sistémico tanto natural como cultural. Originalmente, el monumento no ha sufrido tal condición de "cerramiento espacial" como el que se ve en la actualidad, prácticamente copado por sendos edificios de mas de 20 pisos en casi todos sus frentes (sin citar el anterior que al menos queda libre). Por otro lado, la Carta de Atenas de 1931 recalca enfáticamente en su ítem 7 "(...)respetar, al construir edificios, el carácter y la fisonomía de la ciudad, especialmente en la cercanía de monumentos antiguos, donde el ambiente debe ser objeto de un cuidado especial". Es obvio que Lima, es una ciudad caótica donde no se respeta los criterios urbanísticos que deberían plantearse y que en cierto modo, afectan en sus condiciones naturales a los monumentos tanto arqueológicos como históricos. Por otro lado, la posición intervencionista en Huantinamarca, es netamente estilística; diríamos a lo Violett Le-Duc, una posición bastante desfasada con respecto a las intervenciones que se deben realizar en patrimonio inmueble. La gran connotación de añadidos realza un notable falso histórico que crea en sí, distorsiones históricas y documentarias a la hora de evaluar. Netamente, dentro de una inversión privada, el Grupo San José, ha logrado en este proyecto privado, poder acondicionar un monumento arqueológico netamente alejado de la autenticidad histórica y artística de lo que alguna vez fue, y el cual, debe ser parte de una memoria e identidad colectiva: porque de eso se trata la conservación de los monumentos y obras artísticas.
EliminarMe parece que el "tema" del artículo ha sido mejor desarrollado con una visión más critica e histórica por el Lic. Joaquin Narvaez.
ResponderEliminarMi intencion aqui era resaltar la relacion entre la destruccion de los istios arqueologicos y el incremento en el valor de la tierra y el mercado inmobiliario. Cuando lei lo que ocurrio en El Paraiso, me llamo la atencion que entre todo lo que se escribio y comento sobre el tema, nadie mencionase este tema. Justamente, he leido algunos textos del Lic. Joaquin Narvaez, y tampoco haya visto que haya tocado este tema, pero si me puede facilitar algun link o bibliografia relevante, lo revisare con mucho gusto.
EliminarFelicitaciones por su tesis, y es importante conservar y poner en valor todos los sitios arqueológicos de Lima y del Perú, pero no contamos con verdaderos arqueólogos con identidad nacional y conservadores de nuestro pasado, el Ministerio de Cultura carece de personal especializado en conservación y restauración, tanto arquitectos como arqueólogos.
ResponderEliminarEl problema tal vez es que tenemos que redefinir lo que significa "poner en valor", ya que esto insinua que un sitio arqueologico en ruinas no tiene valor, y requiere que le "demos" ese valor. Igualmente creo que no necesariamente tenemos un problema de personal calificado o siquiera de presupuesto, sino que no tenemos una vision, una idea de que queremos que sean los sitios arqueologicos y que papel deben tener en la ciudad moderna.
EliminarEstimada Rosabella Álvarez-Calderón y editores del blog, me permitiré reproducir este texto en nuestro sitio: http://arkeopatias.wordpress.com/ dedicado al patrimonio arquitectónico y arqueológico en latinoamérica./ Muy buen tema para debatir, me gustaría tener una copia de su tesis o artículos suyos donde aborda esta problemática. Atte. Juan Tonchez
ResponderEliminarCon todo gusto, JUan. Gracias por el interés.
EliminarHemos trabajado el tema en libros y distintas publicaciones recientes.
ResponderEliminarEste es el caso del ensayo “Territorio, monumentos prehispánicos y paisaje”, en Lima: Espacio Público, Arte y Ciudad, Johanna Hamann editora. Pontificia Universidad Católica del Perú, pp.73-89. Lima, 2013.
José Canziani