Estos días observé dos escenarios que me parecieron cercanos a la locura o al olvido. Sus protagonistas: el presidente y los gestores culturales. En el primer escenario, el mandatario no hace ninguna mención a temas de patrimonio y cultura en su mensaje a la nación. Pero ¿debía hacerlo?
Quizá sea normal que no lo haga. Total, hay cosas más importantes que resolver. Puede ser. Pero no perdamos de vista lo esencial: en el mundo solo hay seis países donde surgió la civilización. El Perú es uno de ellos. De los seis, el único que se considera que no tomó prestado de nadie, y que tuvo un desarrollo independiente, fue el nuestro.
A mí, eso me habla de una acumulación de conocimiento de valores, de maneras de enfrentar los retos de la existencia que, en teoría, nos deberían haber convertido en una nación original, única, admirable.
Además, la arqueóloga Ruth Shady me recordó que tenemos 84 de las 104 zonas ecológicas del mundo, y 28 de los 34 climas que existen. Nuestros ancestros buscaron hacerlas todas productivas.
Por si fuera poco, a esta experiencia y conocimiento (que quedaron grabados en ese patrimonio que tenemos abandonado) se añadió el aporte europeo y el de otras naciones…
En el segundo escenario, los gestores culturales aparecen con pantalones cortos. Ellos son quienes deberían estar entre los abanderados en la campaña por la recuperación de patrimonio. Pero hace unos días, al leer su comunicado sobre el próximo encuentro nacional de cultura, vi de todo menos de patrimonio.
Ellos, al igual que mucha gente, ven cultura solo en términos de cultura viva: las artes. Y si el grupo profesional que debería estar al frente no tiene mucha idea de cómo incorporar el tema en sus discusiones, qué podemos esperar de las autoridades, que saben menos.
El tema tiene consecuencias muy específicas.
No se trata de nostalgia. Se trata de cómo gestionamos esa riqueza dentro de programas contra la pobreza. Lo que veo es que mientras aquí no pasaba nada con la economía, era fácil vivir con la postal de los incas.
Pero cuando el desarrollo implica que hay que certificar la existencia o no de restos arqueológicos, que hay que atravesar complejos ancestrales, que hay huacas que hay que tirar abajo porque son un obstáculo...
Cuando este desarrollo crece, se hace fuerte y nos interpela y no sabemos responder, ahí quedamos en evidencia. El trabajo que nunca se hizo en educar, en sensibilizar, en proteger, ahora nos pasa la factura.
Esa ambivalencia histórica ante quiénes somos y de dónde venimos ha quedado al desnudo frente a las presiones del desarrollo económico. Vaya vuelta de tuercas. El asunto es, ¿y ahora?
Podemos dejar que el tiempo y la empresa privada decidan por nosotros. Podemos decir que el pasado dejó de existir y que tenemos problemas más serios que resolver. Pero ese día habremos olvidado la lección y, como decía Basadre, nos habremos vuelto locos.
Publicado en El Comercio: 1/8/12
Foto:Yanina Patricio blog
Ni el estado ni el mercado tienen un genuino interés en recuperar la memoria histórica y defender nuestro patrimonio cultural. Tiene que ser desde la comunidad, desde la sociedad civil, que se impulse este trabajo, del cual LIMA MILENARIA es una de las mejores expresiones.
ResponderEliminarCreo que sí existe un interés. Pero también hay muchas presiones. COn una sociedad civil más activa podemos conseguir mejores cosas
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