miércoles, 30 de abril de 2014

Los acantilados al diván. Una interpretación desde el psicoanálisis

Antiguos Parque Salazar y Concha Acústica, Miraflores.  Colección Juan Gunther.

El primer indicio de una relación poco común se produjo hace un par de años. Una colega había escrito un reportaje sobre los acantilados de la Costa Verde y se me ocurrió colgarlo en la página Facebook de esta campaña. La reacción me sorprendió: fue compartida más de 100 veces. Hasta entonces el promedio de notas compartidas en esa página no superaba las 20. ¿Casualidad?

Después me di cuenta que cada vez que salía algo referido a esta parte de la geografía limeña las reacciones hacían saltar los medidores. Hasta la semana pasada, cuando publiqué la propuesta del arquitecto Javier Robles y las cifras superaron todos los records. La nota, que resultó muy controvertida, fue la nota más leída en el último año, de lejos. ¿Por qué?

Solo para darnos una idea: una lectura promedio desde Facebook da unas 3.000-4.000 personas en un día. Esta vez, en unas horas ya había superado las 40.000 visitas. Y los comentarios no se hicieron esperar. Aproximadamente la mitad estaba a favor, y entre los críticos hubo un grupo muy estruendoso, que cuestionó el proyecto con una ferocidad igualmente sorprendente.

¿Qué hay con los acantilados, más allá de un tema de ciudad y medio ambiente, que nos moviliza tanto? ¿Podría ser que hay un mundo simbólico que no estamos viendo pero sí experimentando de manera inconsciente?

Imagen lateral y desde el aire de los acantilados.  Foto: Evelyn Merino Reyna?

Más aún, de todos los temas de patrimonio que suelo tratar: huacas, Centro Histórico, espacios públicos, parques, casonas que se caen, nunca la gente reacciona con la misma intensidad que cuando el tema son los acantilados.

La gran ironía es que decimos que vivimos de espaldas al mar. No tenemos una relación tan estrecha con los acantilados que explique este fuerte vínculo. ¡Ni siquiera tenemos imágenes frontales de ellos! Todo lo que hay son de un ángulo o desde arriba.

Así que esta semana les pido me perdonen por abandonar momentáneamente el guion patrimonial para explorar otra vía: ¿puede el psicoanálisis explicar esta relación y, en consecuencia, aportar una nueva manera de entenderlos?

Una primera aproximación la conseguí con Max Hernández, quien se refirió sobre todo a la parte superior de los acantilados, al malecón. “Es el espacio de integración democrática más visible en una Lima carente de este tipo de espacios públicos. Ahí los sábados y domingos hay un jubileo de gente”. Una razón muy lógica. ¿Qué puede haber más allá?

“El tsunami”, me respondió. “Los acantilados emergen como símbolo de protección, por eso sentimos que es un espacio público que tenemos que cuidar”. Nos habla de nuestra vulnerabilidad.

Con eso en mente conversé con otra experta en indagar interiores ocultos de las personas, Matilde Caplansky. Aquí el resumen de la conversación.

Psicoanalista Matilde Caplansky. Foto: RPP

¿Por qué los acantilados ejercen tal fascinación sobre los limeños?
Alguien alguna vez dijo que éramos una población de espaldas al Océano. El acantilado debe estar en esa negación. Es una linda palabra pero que connota muerte, porque te puedes caer. Tiene connotaciones muy profundas.

¿Qué tipo de connotaciones?
Así como el mar representa a la mujer (desde tiempos prehispánicos), la arena representa el coito, el placer. Desde esa perspectiva, el acantilado representa el límite, el peligro. Y quizás el padre.

¿Quiere decir que en nuestra relación con los acantilados está la figura del padre?
Puede ser. Para los peruanos además el tema del padre es muy sensible. Hay una idea de masculinidad en los picos, los nevados, las montañas, los acantilados. En general la relación con el padre es al que se quiere y se teme. El acantilado inspira temor, angustia, como lo inspiran los padres.

¿Y qué simboliza el padre?
El padre es portador de la ley, simbólicamente. Nos toca profundamente y no nos damos cuenta. Tienen un sentido y un significado. Cuando se le toca, nos sentimos tocados también.

¿Y si los acantilados representan orden, fortaleza, sistema, reaccionamos tanto porque es justamente lo que no tenemos en la ciudad?
Así es.

Y quizás sí. Quizás lo que representan a un nivel los acantilados es un orden natural y una visión internalizada e inconsciente de ciudad. Quizás por eso moviliza tanto la percibida fragilidad del terreno. Desde esta perspectiva, si a alguien se le ocurre "atentar" contra los acantilados, así fuera solo con ideas, en el fondo estaría atentado contra todo: contra la geografía y la ciudad misma que no acabamos de tener...  Solo una idea entre muchas, seguramente.  Y lo que salió del diván telefónico.

Foto: Javier Fernández, en Flickr.

14 comentarios:

  1. 1) El acantilado es algo así como el límite de la ciudad. Termina ahí frente al infinito ¿Qué queda después? Lo inesperado, lo desconocido y también la muerte. Por algo es el paraíso de los suicidas.
    2) El acantilado produciría entonces una relación atemorizante. De ahí el hecho de darle la espalda. Los antiguos limeños prefirieron conectarse con las islas San Lorenzo, Pachacamac, a las que además cargaron de significado religioso y funerario. Y con los valles que representan la fertilidad.
    3) Hay un temor para intervenirlo porque aun no hay una identidad. Como dice Matilde Caplansky, "si representa al padre", bien sabemos que los primeros pasos de libertad consisten en admitir que uno está fascinado con su madre, y no reconciliado con su padre. El psicoanálisis dice "hay que matar al padre".
    4) Lima es aun una ciudad adolescente. Ciudades adultas, maduras, sabiamente envejecidas, con acantilados, como en España, la Costa Azul, Grecia o el Mediterráneo, admiten construir en ellos, pero en una relación armoniosa. Eso es lo que nos falta. A nosotros nos gana la parálisis.
    Jorge Ruiz de Somocurcio, Arquitecto

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    1. Gracias, Jorge, por contribuir a despejar la niebla que tal parece nos ha envuelto por muchos años respecto a este tema. Creo que son perspectivas a tomar en cuenta cuando se gestione la CV, porque como vemos tocan la raíz misma de los ciudadanos

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  2. Podríamos pensar que desde tiempos inmemoriales estos alcantillados sugerieron a las poblaciones una fortaleza natural. Tendrían la seguridad, o la ilusión que , desde arriba, sería una posición única para controlar la invasión del extraño. En su desamparo humano, que nos acompaña siempre, quizás se sentieron protegidos al habitar allí. Sin embargo, "dieron la espalda al mar"; por eso mismo, ya no había que estar tan temerosos, tenían una defensa natural. Pero, trabajar sobre ello, modificar aquello que son defensas naturales, asusta. Será por eso que se sienten tan tocados con la idea de darles otra destinación?

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    1. Muy interesante. Tal parece que estos queridos y desconocidos acantilados tienen muchas historias guardadas

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  3. Muchas gracias Javier, muy interesante. Mucha deserción paterna, impune, quizá tiene que ver con los sentimientos y actitudes hacia los acantilados; evasión, conecte ambivalente.
    Saludos,
    Maria Emma Mannarelli, historiadora

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    1. Así es Maria Emma. Imagino que esto también le da otra perspectiva a tu trabajo sobre familias peruanas y lo ilegítimo. Curiosamente, los acantilados de cierto modo me refieren a esa figura del padre ausente, por el mismo hecho que "sabemos" de ellos pero no tenemos siquiera una imagen frontal de los mismos.

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  4. Quería comentar lo hermoso que es para mí manejar todos los días, ida y vuelta hacia el trabajo y regresar luego hacia la casa. Voy desde Surco, bajo cerca de Barranco hacia Magdalena del mar (calle Tacna) y a las 2.30pm retorno respirando ese hermoso viento con sabor a sal y frescura marina. Lo bueno no está sólo en la rapidez y ahorro del tiempo, que es impresionante, cuando en menos de 20 minutos estamos acompañando a las olas mutuamente y dialogando con ellas, sino en caminar junto al mar desde un auto, me siento como parte de ese maravilloso escenario enorme e incansable, cuyo olor apaga todas las gasolinas. Lo que más molesta son los camiones que dañan la pureza del aire y producen grandes dificultades en el manejo. Con ellos ya no deslizamos sino peleamos, se reduce la maravillosa vivencia del mar. ¿Será posible que todos los camiones tengan un horario nocturno?
    Rosa María Alfaro Moreno

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    1. Es una bonita imagen Rosa María, pero no deja de ser la experiencia del automovilista. Soy de los que piensa que habría que proteger la experiencia de los de a pie, los que se vinculan o quieren vincularse de manera más directa con el mar: a pie, paseando, caminando, corriendo, jugando. Pienso que esta vía rápida lo que ha hecho es separarnos más de esa posibilidad. Solo una idea

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  5. Es verdad que como cultura básicamente andina hemos vivido de espaldas al mar y en esas condiciones también puede pensarse que el acantilado, no la arena, no el mar, se nos presenta más como el fin, el vacío, la terra incógnita que en los antiguos mapas, como dijo Plutarco hace ya una tanda de siglos, cuando ya no había datos para describir o dibujar, era suprimida de las cartas de navegación con la advertencia "de aquí en adelante no hay sino arenales faltos de agua y silvestres, o pantanos impenetrables, o hielos como los de la Escitia, o un mar cuajado", o, podríamos agregar nosotros, los abismos insondables de la nada y el olvido.
    Gonzalo Rojas Samanez

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    1. y ese "fin" debe significar algún tipo de angustia? podría ser - el asunto es cómo incorporar la Autoridad este tipo de visión en su manejo de los acantilados? debería poder

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  6. Muy interesante la nota que has publicado sobre los acantilados. Definitivamente es un tema que suscita un renovado interés cada vez que se aborda. Hace algunos años (en 1985 para ser más exactos), una periodista norteamericana que se encontraba de paso en Lima, escribió en el desaparecido Lima Times que haber descubierto casi por casualidad los acantilados de la Costa Verde le había producido un impacto imborrable: era uno de los paisajes más bellos que había podido encontrar en todas las costas del planeta que ella conocía. Y le parecía increíble que en los folletos turísticos de Lima de esa época apenas se hiciera mención sobre este asunto y que ni siquiera exista un hotel de cinco estrellas que aproveche esta vista espectacular (efectivamente, en esa época no habían hoteles de cinco estrellas frente al mar en Lima y esta periodista se tuvo que quedar en el desaparecido Hotel Crillón del centro de Lima). Se debe seguir profundizando al respecto. Es importante conocer más cosas sobre el pasado milenario de las poblaciones que habitaron esta zona.
    Guido Mendoza, abogado

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  7. De niño yo reciuerdo los acantilados sin las pistas de hoy, es decir una pureza de aire que subía hacia los malecones y parques de la época. La única playa que existía en el área eran los baños de Miraflores, mar bravo que hasta con soga había que ingresar al mar. Las otras eran Agua Dulce y más allá La Herradura con sus carpas, arena blanca y mar caprichoso. Toda la Lima de esos años iba a esas playas donde podías dejar tu carpa con ropa y demás sin temor a tener que regresar calato a tu casa. No me imagino hoy ese tipo de comodidad, mejor ni pensarlo. Volviendo a la idea de los acantilados, cortados en un gran porcentaje para dejar pasar las nuevas pistas, veredas y estacionamientos, pienso que se ha sacrificado en el planeamiento la idea dse que todo ese recorrido, hoy cada vez más largo, fuera un lugar para pasear, disfrutar del silencio con el sonido de las olas del mar, pero esa idea, que a´n la disfruto no va mas ya que la llamada costa verde es una nueva circunvalación, con humos venenosos por doquier, en donde camiones transportando gas, otros de mudanza inmensos, miles de miles de autos diariamente (casi todos sin revisión técnica) y, peor aún esos que llevan caudales que temen asaltos en su recorrido, han llenado de alta velocidad, pavor, miedo y accidentes una región "cara al mar" que debión ser eso y no una via de paso desde San Miguel hasta Chorrillos en donde todos luchamos por librarnos de las vias de arriba, asi que a 80 a 100 km pasamos raudos sin casi siquiera poder mirar el mar ya que desde atrás, te persigue una bocina dentro de un carro..
    Y termino mencionando que ni aunque uno baje la velocidad cada vez es más difícil admirar el mar y oler la sal de sus costas: los edificios siguen construyendose, un yatch club ha quitado playa a los veraneantes que no van a Eisha y, lo que es peor, los restaurantes sueltan humos y malos olores por doquier.
    Ahhh! muchos proyectos si, pero por favor, regresen la paz, el silencio, la buena ecología y las ganas de estar en las playas y no en la ciudad que se ha trasladado abajo lo que parece no tener remedio. Más que un sicólogo, a veces creo necesitar un siquiatra cuando, ya seguro, estoy en casa.
    En todo caso, el reportaje y las fotos están excelentes, al menos eso. Gracias Javier!

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  8. Muy interesante aporte enviado por un arqueólogo uruguayo, Patricio Bustamante. Muchas gracias!

    Creo que las emociones y evocaciones que despierta el acantilado, pueden tener relación con fenómenos relacionados con lo que hemos denominado tríada PAH (Pareidolia, Apofenia y Hierofanía), que hemos introducido en nuestros estudio de arqueología, dentro de lo que hemos denominado la Arqueología del Entorno.

    La pareidolia afecta todos los sentidos y se presenta cuando hay una mancha, un ruido o un estimulo difuso, obligando al cerebro a darle una forma definida, para poder "reconocerlo", ejemplo el test de Rorschach y ver figuras en las nubes)

    Una vez identificado el estímulo con una figura, se desata la Apofenia, que permite tejer una historia (las leyendas) en relación con lo percibido, con el momento en que se percibe y todo tipo de relaciones causales o casuales.

    La Hierofanía se presenta cuando estas percepciones se relacionan con algo mas allá de lo humano, es decir con la divinidad, la Hierofania es "percepción" de la manifestación de lo divino.

    Así se podría interpretar lo dicho por la Dra.: Es un espacio de frontera entre lo liminal y lo subliminal. El acantilado (masculino) como el cerro protector, pero también como amenaza (uno se puede despeñar) que yace junto a la mar, en un intimo, eterno y fértil abrazo, del cual somos beneficiados los humanos como hijos de ambos.

    El 2011 cuando asistí al Congreso Oxford de Arqueoastronomía en Miraflores, pude experimentar en varias ocasiones las sensaciones profundas que despierta el enorme acantilado en nuestras psiques. No lo vi como la espalda, sino como el frente, el punto en que se abrazan el gigante de la tierra y "la mar". Creo que para entender el valor patrimonial ancestral de estos acantilados, habría que buscar las leyendas locales y ver que imágenes les sugirió, a los antiguos habitantes de la zona. Seguramente se verán reflejados algunos cambios como la mayor abundancia de agua en la antigüedad.

    Son solo algunas reflexiones que podrían orientar en la búsqueda. Si es de su interés puede revisar los siguientes artículos sobre el tema:
    Bustamante Patricio, 2006a, Hierofanía y Pareidolia Como Propuestas de Explicación Parcial, a la Sacralización de Ciertos Sitios, por Algunas Culturas Precolombinas de Chile http://rupestreweb.info/hierofania.html
    Bustamante Patricio, 2007a, Pareidolia y apofenia como fenómenos extendidos y como herramienta de análisis de obras rupestres y sitios arqueológicos pertenecientes a diversas culturas. http://www.rupestreweb.info/pareidolia2.htm
    Bustamante Patricio, 2008c, Posible Ubicuidad Espacio–temporal de la triada Pareidolia – Apofenia – Hierofania, como probable origen de la sacralización de algunos elementos del paisaje. http://www.rupestreweb.info/triada.html
    Bustamante Patricio, 2008a ¿Qué Parece? Como Pregunta Orientadora en el Estudio de la Topografía Sagrada en la cultura Azteca http://www.rupestreweb.info/queparece.html
    Bustamante Patricio, Moyano Ricardo, 2011 e, Pareidolia en la percepción del entorno astronómico y geográfico. Huygens Nº 92 septiembre - octubre - 2011 ps. 6-19. http://www.astrosafor.net/Huygens/2011/92/huygens-92-arqueoastronomia.pdf
    En el siguiente Link puede encontrar un libro que escribimos sobre el tema.Patricio Bustamante Díaz, 2012a, Libro “2012: Pareidolia. El año de las imágenes apocalípticas. Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, Argentina. http://www.rupestreweb.info/pareidolia2012.html

    Patricio Bustamante D.

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